12ª de abono en la Real Maestranza de Sevilla

Roca Rey roza la Puerta del Príncipe

  • El limeño corta dos orejas a un manso y pierde otra por la espada. Castella cuaja una gran faena al cuarto, premiado exageradamente con la vuelta al ruedo. Manzanares, voluntarioso.

Roca Rey muestra sus trofeos.

Roca Rey muestra sus trofeos. / Juan Carlos Muñoz

La Maestranza fue un volcán en varios momentos de un espectáculo que se saldó sin más trofeos por los aceros. Roca Rey rozó la Puerta del Príncipe tras cortar dos orejas al tercer toro. El público estaba entregado para conseguir otra del sexto, pero falló con la espada. Castella, que dio una gran dimensión, cuajó una faena excelsa y tiró por la borda un gran premio por el fallo con el verduguillo. Manzanares, con el peor lote, se mostró voluntarioso.

Roca Rey conquistó al público en el tercero bis, que sustituyó a un ejemplar devuelto por su flojedad. Dejó crudo al toro en varas, tercio que resultó un paripé. El burraco, manso, metía bien la cara tras la franela. Y el limeño, con valor y exposición, tras un inicio por alto y un muletazo por la espalda que metió miedo al personal, se fue de inmediato junto a toriles para con el soporte del aguante y la ligazón calar en el público, especialmente con la diestra. Cerró con circulares invertidos. Intercaló en las tandas varias arrucinas que asustaron al público, que ovacionó de principio a final la faena. Mató de una estocada al encuentro. Importante y decisiva la actitud del peruano al irse junto a toriles y, luchando también contra el viento, hacerse con las embestidas del manso.

El peruano tenía entreabierta la Puerta del Príncipe y salió a por todas en el sexto, un toro mansote. El trasteo, bajo la lluvia, se fue aguando por un toro sin entrega. Aun así, el torero consiguió que el público aguantara, continuara y empujara para que el éxito rotundo se cumpliera. Se preveía la tercera oreja como pasaporte para la mítica puerta principesca. Pero el espada perdió premio por el desacierto con los aceros.

Sebastián Castella tuvo en suerte el premio gordo de la lotería con el castaño cuarto, un gran toro en la muleta, al que por cierto tampoco se picó. El francés concretó un valioso quite por chicuelinas molestado por el viento. Con un astado de los que descubre a los toreros, Castella cuajó una faena excelsa, cargada de matices y recursos. Una faena presidida por el toreo despacioso y la elegancia y en la que la mayoría de muletazos con la diestra, largos y mandones, fueron extraordinarios. Los cambios de mano para ligar o pases del desprecio fueron orfebrería de lujo. Cerró con arriesgadas manoletinas. El premio era grande... pero tras una estocada entera trasera, el toro no caía. Castella lo finiquitó con tres descabellos y el resultado quedó en una vuelta al ruedo tras una ovación enorme. Sin que nadie lo pidiera, el presidente, José Luque, premió con la vuelta al ruedo a un toro que había dado un gran juego en la muleta, pero del que no se comprobó su bravura en el tercio de varas para tan importante premio.

Con el que abrió plaza, un ensabanado, capirote, salpicado, que resultó muy tardo, distraído y que se lo pensó en la muleta, Castella, que lo recibió con una larga cambiada de rodillas frente a toriles, añadió a su extraordinario valor una gran entrega sin poder obtener fruto.Manzanares, con el peor lote, se mostró voluntarioso. Expuso ante el mansísimo segundo, al que pudo sacarle tres tandas con la diestra, cortas y meritorias hasta que el animal se refugió en tablas.

El quinto fue un manso de libro. Huía al sentir el hierro. Le picaron más allá de las rayas. Para más inri, por el izquierdo reponía. Manzanares se empleó en un trasteo descafeinado.En esta decimosegunda de abono vivimos una de las tardes más interesantes de esta feria que enfila su recta final en una tarde en la que Roca Rey estuvo a punto de abrir la Puerta del Príncipe y en la que Castella cuajó una excelsa faena.

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