Toros

Oreja de ley para el ecijano Ángel Jiménez, que deslumbra en su debut en Madrid

  • Gran dimensión artística del sevillano en su estreno en Las Ventas; con El Gallo y Juanito, de vacío

Jiménez, tras sufrir un revolcón.

Jiménez, tras sufrir un revolcón. / fernando alvarado / efe

El novillero Ángel Jiménez protagonizó ayer un debut soñado en Madrid, no sólo por la oreja de ley que paseó del cuarto, sino también por la dimensión y el buen concepto que mostró durante toda la tarde. Se lidiaron novillos del Conde de Mayalde, bien presentados y de variado comportamiento. Destacó la calidad y el temple del tercero; el buen pitón derecho del cuarto, y la manejabilidad de los nobles y sositos segundo y sexto. Inválido, el primero; y sin raza, el quinto.

Ángel Jiménez, silencio y oreja. Aitor Darío, El Gallo, silencio tras aviso y silencio tras aviso. Juan Silva, Juanito, ovación tras aviso y silencio.

El debutante Ángel Jiménez deslumbró a Madrid con un concepto poco usual entre los novilleros de hoy en día, ese que brota del sentimiento, del corazón, ese que no se forja en escuelas, sino que se lleva dentro desde que se nace. Madrid vio ayer nacer a un artista, un torero de mucho futuro por las aptitudes mostradas, por esa manera de torear muy al estilo de Curro Díaz, con permiso del de Linares y salvando también las distancias entre la larga trayectoria y la hierba que aún lleva en la boca el joven espada ecijano. Pero ojo con él, que si sigue así, dará mucho que hablar.

Ese sello de distinción lo desplegó sobre todo en el cuarto, que lució un buen pitón derecho, y por ahí lo toreó Jiménez de maravilla, con un sentimiento, un empaque y una prestancia que hacen de él un claro candidato a engrosar las filas de los toreros de arte por esa manera de descolgarse de hombros, hundir el mentón en el pecho y pegar muletazos que fueron auténticas pinturas. Y eso que rozó el hule al ensayar el toreo al natural. Por ese lado el novillo no quiso nada y acabó echándoselo a los lomos, librándose de milagro de la cornada, que no de la conmoción de los tremendos golpes que se llevó. Pero eso hizo que el de Écija se creciera aún más para volver al pitón bueno y seguir toreando como si nada. Dos tandas más, cuatro cositas por abajo en el epílogo y una estocada al primer envite le pusieron en sus manos una oreja de ley. En su inválido primero, en cambio, no tuvo enemigo. No obstante, sin oponente propicio y con un palco también desorientado por mantenerlo en el ruedo, ya dejó Jiménez atisbos de sus finas formas.

Sus compañeros de cartel, Juanito y El Gallo, se marcharon de vacío.

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