14ª de abono de la maestranza

Pepe Moral corta dos orejas y repite éxito ante los 'miuras'

  • El diestro palaciego sale a hombros por la puerta principal y roza la del Príncipe por una actuación seria y con peso

  • Manuel Escribano, con entrega ante el peor lote, es ovacionado

La corrida de Miura, bien presentada en su conjunto, dio un juego desigual, en el mano a mano entre Manuel Escribano, quien se entregó sin reservas ante el peor lote, y Pepe Moral, que dio una gran medida, cortó dos orejas y se alzó como triunfador en el cierre de la Feria de Abril.

Pepe Moral cortó dos orejas y obtuvo el mismo éxito que el año pasado, saliendo a hombros por la puerta principal y quedándose a un paso de la Puerta del Príncipe. Con el triunfo en la corrida de Las Ramblas, en la que sumó otro trofeo, se convierte en uno de los triunfadores de la feria.

Al segundo toro, que resultaría manejable, embistiendo bien por el pitón izquierdo y rajándose pronto, Pepe Moral lo recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio y lanceó con buenas maneras. Con la muleta, en las afueras, realizó un trasteo entonado con la diestra y elevó el listón al natural. Mató de estocada entera en lo alto para cobrar una oreja.

Al cuarto, un toro de buenas hechuras, astifino, lo recibió con una larga cambiada de rodillas a portagayola y otra de la misma guisa. De pie, hubo precipitación en los lances. En las afueras, con un animal que embistió de principio a fin con nobleza, hilvanó un manojo de muletazos con la diestra, con fibra y ligazón, que calaron fuerte en el público. Un pasodoble envolvió el resto de faena, con otra tanda diestra sin exigencias para el burel. Precioso algún natural, pulseando, de nota alta. Con el toro ya justo en su recorrido, Moral lo buscó para engarzar muletazos meritorios y algún trincherazo de categoría. Lo mejor del palaciego: la cabeza. Moral cortó a tiempo. Mató de estocada para cobrar una oreja. Hubo petición de la segunda que la presidencia no atendió.

Pepe Moral miraba la Puerta del Príncipe... Comenzó el aparato eléctrico, que barruntaba tormenta y al tiempo el toro echaba las manos por delante tras el capote. Se abrieron las compuertas del cielo y el toro echó el freno. A Moral no le quedó otra que navegar en mitad del diluvio, entre tanto de los tendidos comenzaron las deserciones y la batalla de paraguas. El torero lo intentó una y otra vez en un trasteo imposible para el lucimiento. Lo que no es de recibo es que cuando cuadraba al toro para entrar a matar frente al 5, parte del público desfilaba por el pasillo, a escasos metros del toro, con un plus de peligrosidad para el matador.

Manuel Escribano, en cuanto a entrega, no se dejó nada dentro. Desde varias largas cambiadas de rodillas hasta las estocadas siempre intentó hacerlo bien. El castaño primero, agalgado, probón y ágil de cuello no le permitió lo más mínimo el lucimiento ni en banderillas ni con la franela.

Ante el tercer toro, tardo y que se paró pronto, acabando junto a toriles en la suerte suprema, Escribano volvió a estar animoso, con tres largas cambiadas de rodillas -la primera junto a toriles-. Lanceó muy bien a la verónica, abrochada con una media. Prendió un par arriesgadísimo, el tercero, al quiebro y al violín. Y hubo voluntad en un trasteo ante un toro sin entrega.

El quinto, al que recibió con dos largas cambiadas de rodillas, fue devuelto porque arrastraba una pata. Como sobrero saltó un toro al que Escribano también lo saludó con otra larga a portagayola. El tercer par, por los adentros tras un quiebro, asustó al personal. El toro topaba tras la muleta y todo resultó imposible.

¡Ojo con Pepe Moral! Tres orejas -dos de ellas ante miuras- en tan sólo dos tardes, marcadas por buen toreo y seguridad con la espada.

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