Toros

Pinar se lleva una tarde que tuvo a El Juli como gran protagonista

  • La figura madrileña pierde una oreja, primero por el palco y luego por la espada, mientras que el albaceteño suma un trofeo en cada toro, y Ponce se va de vacío

TOROS: De Victoriano del Río, tercero, quinto y sexto de Toros de Cortés, bien presentados y de juego variado. El mejor, el sexto; resultaron manejables segundo y tercero; primero y cuarto, complicados; y el quinto, sin clase. TOREROS: Enrique Ponce, dos pinchazos, otro hondo y tres descabellos (silencio); y estocada y descabello (silencio). El Juli, caída (oreja con fuerte petición de otra); y dos pinchazos y estocada ligeramente caída (gran ovación). Rubén Pinar, estocada (oreja); y estocada desprendida (oreja). INCIDENCIAS. Casi lleno.

Logroño debería ser plaza de primera y no sólo por el toro en lo que a volumen, trapío y pitones se refiere, sino por la forma de entender el desarrollo de la corrida. Cuando se cumplen tantas exigencias no hay más que rendirse.

Tampoco vale pasarse. La responsabilidad que tiene el palco de velar por que el espectáculo se dé en su concepción y orden establecido no puede, no debe ir más allá de una personal interpretación.

No es más importante una plaza sólo por el hecho de pasarse en el rigor de criterios. El juicio tiene que ser equilibrado, y más todavía de parte del presidente, a quien se le supone no sólo buen conocedor de las normas, sino sobre todo, buen aficionado. Sensibilidad, para entenderse.

Fue lo que le faltó al usía para valorar la labor de El Juli en su primero, faena maestra por donde se le mire. Perfecta en los planteamientos y en la ejecución. De mucha firmeza y aplomo, de arrogante valor y técnica infalible.

El Juli consintió mucho al principio, como pedía el toro. Lo esperó hasta conseguir llevarle muy toreado, con mucha hondura y profundidad. Y por los dos pitones. El Juli toreó con suficiencia y desparpajo, quieto como un poste, muy encajado, disfrutando mucho.

Habría que preguntarle al usía en que parámetros midió la importancia de la faena para no darle a El Juli la segunda oreja. La estocada, por si fuese por ahí, resultó un pelín caída, pero ni por esas se justifica el despropósito.

La segunda faena de El Juli tuvo también mucha suficiencia, sobre la base del dominio y el mando, a un toro que embestía con la cara suelta, y al que fue haciendo poco a poco, hasta ahormarle, y dulcificarle. Faena total por los tiempos, los terrenos y la velocidad que impuso el torero. Aquí fue la espada la que le negó el trofeo.

Rubén Pinar, triunfador por número de orejas, se llevó una de cada toro de su lote. Muy encima de su primero, que amagaba con irse, consiguió corregirle el defecto de la huida. Toro noble pero un punto rajado. El mérito de Pinar fue empujarle hacia delante a base de hacerle las cosas muy despacio. También en el sexto mostró Pinar un toreo suave y limpio, procurando darle continuidad al trasteo ganándole al toro pasos entre pases, habilidoso y con muchos recursos. En los dos, así debe constar, funcionó la espada.

Ponce no tuvo opción en ninguno de su lote. Su primero, complicado de más, iba al bulto con descaro. En el cuarto, más de lo mismo, no pudo pasar de los simples proyectos de pases. Para evitar el descontento del personal, en uno y otro echó mano Ponce de su orgullo profesional. Un gran esfuerzo sin recompensa.

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