Toros

Pinar, con oficio y solvencia, consigue el único trofeo

  • El diestro albaceteño estuvo a punto de abrir la Puerta Grande · El mexicano Arturo Saldívar y el sevillano Esaú Fernández acusan falta de rodaje y son silenciados

GANADERÍA: Corrida de Torrestrella, con una gran diferencia de romana -desde 470 kilos del cuarto a los 635 del último-, estuvo en su conjunto correctamente presentada y bien armada. Ofreció un juego dispar. TOREROS: Rubén Pinar, de blanco y oro. Estocada caída (vuelta tras petición de oreja). En el cuarto, estocada arriba (oreja). Arturo Saldívar, de verde y oro. Estocada (silencio). En el quinto, estocada (silencio). Esaú Fernández, de blanco y oro. Estocada (silencio). En el sexto, pinchazo, estocada y dos descabellos (silencio). Incidencias: Plaza de toros de Pamplona. Lleno. Viento que molestó en algunos pasajes de la lidia.

La tercera de los Sanfermines -primera corrida de toros- era cartel que invitaba a la esperanza por la juventud de tres toreros todavía en época de despegue. Si serían noveles, que abría cartel Rubén Pinar, quien tomó la alternativa en septiembre de 2008 y lo cerraba Esaú Fernández, que se doctoró en la pasada Feria de Abril. Por su parte, Arturo Saldívar ascendió al escalafón superior el año pasado. Los artistas, en fase de formación, se las vieron con una corrida de Torrestrella de gran diferencia de romana -desde 470 kilos del cuarto al 635 del último-, que estuvo en su conjunto correctamente presentada y bien armada. Y que ofreció un juego dispar; siendo los dos toros más claros, primero y cuarto.

De los tres diestros, a Rubén Pinar, con mayor oficio y ante el mejor lote, se le vio con las ideas más claras. El albacetense estuvo a punto de abrir la Puerta Grande. Saldó su actuación con una oreja y una vuelta al ruedo con petición de otra. Sus compañeros, Arturo Saldívar y Esaú Fernández, con menos rodaje, evidenciaron bastantes lagunas.

Rubén Pinar consiguió sus mejores momentos ante el noble cuarto, un toro bajo, burraco, en el encaste Núñez, y con unas agujas de gran respeto. El albacetense se lució en un saludo capotero variado -desde verónicas aladas a una larga airosa-. Y puso toda la carne en el asador en una faena medida y bruñida en el temple, pese a que en algunos pasajes, el viento incordió al torero. Pinar brilló especialmente en una serie al natural y una estocada, que por si sola, valía el premio concedido.

Anteriormente, con el que abrió plaza, un ejemplar con nobleza y recorrido, logró dos tandas con la diestra y una más con la izquierda, envueltas en la ligazón, con guiños al mocerío, como algunos pases de rodillas. En cualquier caso, faltó reposo en los muletazos. Cerró con ceñidas manoletinas. Y como broche final propinó al toro un estoconazo para el que se tiró a ley, pero que en colocación cayó bajo. Quizá, por eso, el presidente no atendió la petición de oreja y el manchego se tuvo que conformar con una vuelta al ruedo.

Arturo Saldívar, con un lote exigente, se entregó de principio a fin, aunque con escaso acierto. El segundo, que se vencía por el pitón derecho, ya le dio un serio susto cuando le arrolló feamente en una verónica. La faena de muleta comenzó de manera volcánica, con el torero en el platillo y dando, con la diestra, un par de muletazos por la espalda, alternando con derechazos. Sin embargo, en la labor, con la izquierda, a unos ayudados le sucedieron enganchones... y otra cogida, afortunadamente sin consecuencias. Con la diestra, tampoco hubo brillo. Se tiró a morir en la suerte suprema, siendo nuevamente volteado. Con el burraco quinto, noble y soso, anduvo desacoplado.

Esaú Fernández, que debutaba en el coso pamplonés, y se vestía de luces como matador por segunda vez en su carrera, pasó desapercibido ante su lote. No le vimos con la frescura, la entrega y el arrojo que demostró en la tarde de su alternativa. Ante su primero, un salinero, animal manejable, no dio con la tecla. El camero recibió al sexto con una larga cambiada, de rodillas y a portagayola. Comenzó la faena, molestado por el viento, junto a tablas, con estatuarios. Y en las afueras, con otro astado manejable, aunque sin clase, no se le vio confiado. Para colmo, manejó mal los aceros.

La tarde tuvo un nombre: Rubén Pinar, que se marchó como triunfador. Un torero nuevo, pero que al lado de sus compañeros, todavía con mucho menos rodaje, pareció un veterano por solvencia y oficio.

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