Toros

Premios para El Cid y Luque

GANADERÍA: Corrida de Torrehandilla-Torreherberos, incluido un sobrero como cuarto bis, que sustituyó a uno lesionado durante la lidia. En conjunto estuvo mal presentada y fue mansa. TOREROS: Manuel Jesús 'El Cid', de azul y oro. Estocada entera (oreja). En el cuarto bis, pinchazo y estocada (silencio). Cayetano, de verde y oro. Media (silencio). En el quinto, pinchazo y estoconazo (vuelta tras petición). Daniel Luque, de hueso y oro. Dos pinchazos y media (saludos tras aviso). En el sexto, estocada (oreja tras un aviso). Incidencias: Real Maestranza de Sevilla. Jueves 5 de mayo de 2011. Duodécima corrida de abono. Lleno. Tarde bochornosa. Espectáculo sumamente largo en duración: camino de las tres horas. Alcalareño saludó en banderillas en el primero.

El festejo más largo del abono -camino de las tres horas- estuvo marcado por actuaciones voluntariosas de la terna -El Cid, Cayetano y Luque- ante una corrida de Torrehandilla-Torreherberos, muy desigual en presentación y con el denominador común de la mansedumbre.

El Cid, en el toro que abrió plaza, y Luque, con el que la cerró, fueron premiados con sendos trofeos en una tarde bochornosa y con una legión de mosquitos asaeteando a un público muy receptivo -especialmente los espectadores de sol- que ovacionaron todo cuanto sucedía en el ruedo. Y entre lo mejor -que me disculpen los matadores por la escena que más me llegó al corazón- ese brindis al cielo, a su esposa, a la que perdió no hace mucho, de ese grandioso banderillero que es Alcalareño, quien prendió dos pares de banderillas haciendo honor a la dedicatoria y recogiendo una ovación estruendosa, de órdago.

El Cid, en su última tarde, lanceó bien a la verónica al buen toro que abrió plaza, el mejor del encierro, un astado manso, pero que embistió con franqueza y transmisión por el pitón derecho; no así por el izquierdo, por donde topaba. El saltereño, que brindó a Ramón Valencia, cerró una bella apertura con una preciosa trincherilla y se fue a los medios para una faena basada en la diestra. Primera tanda casi de estudio; segunda más despacio y una tercera vibrante por la ligazón. Por la izquierda, el toro se desentendía y el sevillano cortó para volver a la derecha, pero ya con el toro casi acabado. Le sobraron un par de tandas. Mató de certera estocada.

Con el manso quinto, El Cid volvió a conseguir los mejores muletazos con la derecha y sufrió una seria colada por el otro pitón. Sin un toro boyante, acabó en la distancia corta, tras un trasteo sin emoción.

Cayetano estuvo más dispuesto que en su anterior comparecencia en esta feria. Al menos, con el capote, intervino en todos sus quites, como en el que realizó en el primer toro de El Cid, con unas gaoneras ajustadas.

Con el manso, pero manejable segundo, sorprendió en su variedad capotera en un quite por rogerinas y en otro por cordobinas -un lance apenas conocido en España, que fue creado por el mexicano Jesús Córdoba, y es muy parecido a la tafallera y villaltina, con la diferencia de que se realiza de espaldas, con el compás abierto y el capote cogido a media altura por el reverso-. Pero Cayetano, con la muleta, dio una mala imagen, abusando del pico en una labor en la que los muletazos resultaron muy desceñidos. Sin embargo, con el mansísimo quinto, se entregó junto a tablas de sol, donde se refugió el toro, para un trasteo basado en la diestra y en el que un par de tandas las coronó con rotundos y preciosos pases de pecho. Con el público -especialmente los espectadores de sol- totalmente entregado, cuadró al toro. Pero antes de un estoconazo precisó de un pinchazo. Dio una vuelta al ruedo tras petición.

Daniel Luque consiguió quizás la faena más completa de la corrida de ayer ante su primero, un toro difícil, que lanzaba constantes derrotes. Luque, junto a tablas, salió ileso de milagro de una colada que cortó la respiración a los espectadores, en un pase con la derecha. Por ese pitón tragó mucho. Faena inteligente en la selección de terrenos, los tercios, en la que expuso mucho y en la que, con variedad, empleó todo tipo de recursos, como molinetes y trincherillas, para salvar situaciones comprometidas, unas veces, o para sujetar al toro en otras. Sin embargo, precisó de hasta tres envites en la suerte suprema, y todo quedó en una ovación.

En el mansísimo sexto, refugiado en tablas desde que salió por la puerta de toriles, Daniel Luque se empleó en una faena larguísima -hasta el punto que escuchó un aviso antes de entrar a matar-. Labor tesonera y ajustada a un manso de libro, con el que jugó utilizando sus querencias y contraquerencias y en la que se metió al público en el bolsillo. Brilló especialmente en un par de tandas con la diestra y una con la zurda. Una estocada fue la rúbrica del trasteo premiado.

En resumen, corrida muy larga en metraje, con un público muy agradecido ante una terna que a su manera se entregó y dos trofeos, uno para El Cid y otro para Daniel Luque.

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