Toros en la Feria de Abril

Roca Rey ‘incendia’ La Maestranza con el gran ‘Encendido’, de Cuvillo

  • El limeño, que cuaja una faena cumbre, corta dos orejas con petición de rabo al gran sexto del desigual encierro de la divisa gaditana

  • Castella y Manzanares se marchan de vacío

Roca Rey, con las orejas del toro 'Encendido', de Núñez del Cuvillo

Roca Rey, con las orejas del toro 'Encendido', de Núñez del Cuvillo

En una tarde de máxima expectación, con cartel de no hay billetes tras una corrida de la Feria de Abril que iba a trancas y barrancas y cuando enfilaba casi las tres horas, Andrés Roca Rey incendió La Maestranza con un gran toro en la muleta, Encendido, de Núñez del Cuvillo, bajo, que persiguió siempre las telas con entrega.

El limeño se metió al público desde el inicio de rodillas, junto a las rayas, con una serie diestra que cerró con un precioso pase del desprecio.

En las afueras, con la derecha, enganchó bien al toro. La faena creció como la espuma con otra serie diestra, con el torero mayestático, relajado, moviendo la tela casi al ralentí. La plaza rugía.

Con la izquierda imantó al astado con ayudados. Una serie con esta mano la cerró con una afarolado ligado a un pase de pecho. La mayoría del personal se puso en pie.

Las palmas echaban humo. El torero, con ese valor endemoniado que tiene, apretó más el acelerador. Y si los pases habían estado presididos por su ajuste y por lo ceñido, con la derecha se lo pasó tan cerca que el toro casi lo atropella en una escalofriante arrucina. De nuevo puso al personal en pie.

La plaza era un manicomio. Se hizo el silencio. El diestro montó la espada y más allá de las rayas, en la suerte contraria, mató de estocada de la que rodó el toro sin puntilla. Y La Maestranza ardió de emoción.

El público solicitó las dos orejas, que el presidente concedió. El tiro de mulillas continuó haciendo pasar el tiempo y el público de La Maestranza gritaba “¡rabo, rabo!” en lo que parecía un duelo entre los espectadores y la presidencia. Independientemente del balance, más que merecidas las dos orejas –¡nada hay perfecto y así lo debió valor el presidente, que no concedió los máximos trofeos!– la faena de Roca Rey fue histórica, memorable y quedará en el corazón de todos los espectadores que vibraron como muy pocas veces sucede.

El tercero fue devuelto por inválido. En su lugar saltó otro, astifino, con movilidad, con el que Roca destacó en el capote con un airoso quite en el que intercaló chicuelina, tafallera, gaonera y una larga. El diestro peruano realizó una faena dedicada a su hermano Fernando, matador de toros, que se encontraba en el callejón, de máxima entrega con el valor como bandera. Era de premio, pero un bajonazo con estocada posterior, lo rebajó a ovación.

Castella y Manzanares, de vacío

Castella, con el peor lote, no tuvo opciones al triunfo. En su primero, bajo, concretó un trasteo sin emoción ante un inválido entre las protestas del público por el toro.

Con el cuarto, recortado, sucedió algo parecido. Labor carente de emoción con toro noble, pero tan flojísimo que perdió reiteradas veces las manos entre las protestas del personal.

José María Manzanares brilló a la verónica ante el colorao segundo y realizó una faena entonada, de larga duración. Hubo algunos buenos pasajes, muy ovacionados por el público. La falta de contundencia y demora con los aceros lo dejó todo en una ovación.

El quinto fue devuelto por su carencia de fuerzas. El quinto bis, noblón, pero sin poder le permitió al alicantino una faena, con brindis a la infanta Elena –en el palco maestrante– que resultó desigual y que no llegó a calar del todo en el público.

Con las protestas dirigidas a la presidencia por no conceder los máximos trofeos a Roca Rey se cerró una tarde en la que su faena, cumbre, la mejor que ha realizado este jovencísimo torero hasta ahora en Sevilla, quedará anotada, independientemente del premio, en la historia de La Maestranza.

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