Toros

Toros insulsos, dos toreros desangelados y uno lesionado

Una tarde gris a causa del comportamiento insulso y sin emoción de los toros y la falta de ángel de dos de los tres toreros propiciaron que el tercer festejo de la Feria de Otoño se diluyera por completo, con el único pasaje noticiable del percance del mexicano Joselito Adame.

Una tarde de lo más saboría, que diría un andaluz. La corrida de las revelaciones o los modestos triunfadores en la temporada venteña deparó un espectáculo aburrido e intrascendente.

Y eso que hubo toros del Puerto de San Lorenzo que, sin ser extraordinarios, ni mucho menos, se movieron con cierto brío y prontitud, aunque, a decir verdad, ninguno regaló una embestida emocionante, sin emplearse, sin transmitir lo suficiente.

Pero tampoco los toreros estuvieron como se esperaba, sobre todo Aguilar y Fortes, pues cuando falta esa chispa en el ganado, es de agradecer ver que los de luces ponen esa fibra, esa emoción para, al menos, justificarse y rescatar así una tarde en la que los tendidos nunca acabaron de entrar, como si lo que aconteciera en el ruedo no fuera con ellos. La corrección no es suficiente en Madrid.

El único espada que dio la talla de verdad fue el mexicano Adame, que se la jugó literalmente con el complicado segundo, toro de bruscas acometidas, embistiendo al bulto y metiéndose por los dos pitones cuando le daba por tomar el engaño.

El joven hidrocálido, que lo recibió a portagayola entre las dos rayas y protagonizó un arrebatado saludo a la verónica, nunca se arrugó, y aunque en ningún momento pudo templar los temperamentales viajes de su antagonista, anduvo firme, valiente y hasta solvente.

Tanto apostar y tanta confianza le costó al final un percance. El animal hizo por él, llevándoselo por delante y prendiéndose de una forma muy fea por la chaquetilla. Por fortuna no hubo cornada, pero si un fuerte golpe en el tobillo que, tras finalizar su labor, le obligó a pasar por la enfermería para ya no volver a salir.

Aguilar, como ya le ocurrió en San Isidro tras el percance de Chechu, tuvo que apechar con tres toros. Pero esta vez, lejos de repetir aquella gran tarde que convenció a todos menos a uno, pasó muy de puntillas.

Ni con el dócil pero insulso primero, que no humilló lo suficiente, ni con el mansito y apagado cuarto, pasó de correcto Aguilar. Y eso en Madrid no es suficiente.

No es que estuviera mal el hombre, ni mucho menos, pero se echó de menos la garra y ese cariz batallador que siempre le ha caracterizado. Hubo algunos muletazos aislados de buen trazo, si, pero ninguna de sus labores acabó de despegar. En el sexto, en cambio, no pudo hacer absolutamente nada con un mulo a la defensiva y sin ánimo de embestir.

A Fortes le pasó algo parecido. Anduvo por ahí el hombre, intentándolo, sobre todo con el tercero, un animal que se desplazó pero sin decir tampoco gran cosa, con el que el malagueño anduvo tirando líneas, pegando pases de aquí para allá pero sin trascender. Ni siquiera en el proyecto de parón final logró Fortes remontar. Al quinto, más apagado y justo de fuerzas, le recetó medios pases a las medias embestidas del burel en una labor compuestita, relajada y correcta, pero ayuna de emoción.

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