Huelva

Por encima del dolor

  • Un miura que galopó con clase y nobleza, destacó dentro de la variedad de hierros lidiados. La lidia que compartió Ventura con Palha y Romero dejó lo mejor de la tarde.

GANADERÍA: Toros, por orden de salida, pertenecientes a los hierros de José Luis Pereda, Fermín Bohórquez, Partido de Resina, Miura, Benítez Cubero y Juan Pedro Domecq. Juego variado de un encierro donde el de Miura destacó por encima de todos y el de Juan Pedro también prestó clase y nobleza en su lidia. TOREROS: Diego Ventura. silencio, silencio, ovación, ovación, dos orejas y oreja en el que cerró plaza INCIDENCIAS, Muy buena entrada en La Merced, con tres cuartos largos de plaza. A la salida de un lance en su primero, Ventura cayó ante el toro saliendo lesionado en su clavículaizquierda, algo que condicionó toda su actuación, teniendo que ser infiltrado por las asistencias médicas. Tras terminar el festejo abandonó la plaza a pie hasta la enfermería.

LO que son las cosas. Un toro de Miura, atípicamente acartelado en un festejo de rejones, volvió a meter a la tarde en el interés que necesitaba Ventura para triunfar en este reto profesional de matar seis toros en solitario. A la realidad de una tarde que nos había birlado esa fea caída de Galán ante la cara del de Pereda. Como un rayo se fue Palha a defender al caballo y al maestro, coleando con viveza al toro. Un tropel de gente, ya les digo, procurando que todo siguiera en orden.

Del desenlace salió el caballo con una cornada, el rejoneador con una clavícula hecha un cisco y el festejo, con la duda de cuánto duraría Ventura montado a caballo, mientras en la enfermería de la plaza recomponían con infiltración al rejoneador.

Mermado, consciente de que esa tarde, que tan minuciosamente diseñó, se le iba al traste, Ventura pasaportó como pudo al de Pereda y cambió de turno la incógnita del de Partido de Resina por confiar más que el de Bohórquez le brindara algo de son y dulzura en la faena mientras se recomponía el hombre y el torero.

Pero el de Bohórquez tuvo más arreones que temple, aunque Nazarí y la yegua Milagro dejaron llegar a Ventura muy cerca de los pitones del toro y muy cerca también del cariño del público Porque hay que ver también el fundamental apoyo que le brindó la plaza al rejoneador, consciente también de que montar a caballo frente a los pitones de un toro tenía un riesgo acrecentado por como embestiría el de Partido de Resina. Pero no embistió. Sólo esperó a que el caballo se le pusiera por delante y poco más. Faltaba la emoción de un galope continuo, templado, para que Ventura tuviera opción de reencontrarse al menos con un toro a modo para que aquello no se desmoronara.

Tampoco se desmoronó el ánimo del torero, al que había que ayudar a montarse en cada cambio de caballo. Idas y venidas, cuidados intensivos con frío entre cada toro, y de nuevo a la lucha, porque lo que anunciaron clarines y timbales era un Miura. Un Miura largo como los miuras, alto como los miuras, pero con un temple de dulce para que Ventura toreara con Nazarí y Ordóñez en banderillas. Bonita la partida entre ambos contendientes, volviendo a reconducir una tarde que se había vuelto rara cuanto menos.

Habían vuelto los aplausos, pero a Ventura no le entraron los aceros y sí el gesto de dolor. Dolor por todo. Por su lesión y porque no mató bien un toro que cuajó.

Agarró entonces la garrocha Diego, echándole arrestos al dolor y surcó el albero un remolino de estampa campera con la que el de Cubero se prestó a medias hasta que remató con un hachazo el acto.

Estaba por llegar uno de los pasajes más completos y toreros de la tarde. Ventura invitó a Romero y Palha a compartir una lidia que poco a poco se fue metiendo en caja con el cubero más templado y yendo arriba con buen estilo. Bien estuvo Ventura, bien estuvo Palha, pero infinitamente bien estuvo Andrés Romero para cuajarle dos pares que a estas alturas se antojan de lo mejorcito de la tarde. Garra y temple. Temple y pasión, para meterse en unos terrenos donde remató el rejoneo de forma importante. Leve oportunidad, breve, concisa, aunque grande, en las formas que derrochó el de Escacena. Después Ventura remató con gallardía una faena donde el rejón viajó certero, rotundo, y el tendido dijo que dos orejas por ....

Don Juan León, que es una buena persona, optó por no ahondar en la herida de la desilusión y dijo que sí, que dos orejas.

La otra la consiguió Ventura frente a un bravo y noble toro de Juan Pedro. Le puso el colorao afán de lucha y clase a la pelea y cuando menos se lo esperaba la plaza Ventura abandonó los lomos de Pegaso y muleta en ristre se empleó con voluntad en una serie pie a tierra. Unos dicen que antirreglamentariamente, pero los más lo agradecieron fervientemente y cuando el rejoneador enterró la espada, el público volvió a arrancar una oreja más para un torero que tuvo el mayor mérito, por encima del dolor, en no bajarse del caballo y dejar tirada a una plaza entera que lo esperaba con ilusión.

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