Toros

Seis silencios sepulcrales con 'ibanes' sin entrega

Seis silencios sepulcrales fue el escaso balance del festejo celebrado en Las Ventas, en el que los toros de Baltasar Ibán, deslucidos por falta de entrega, apenas aportaron nada para el lucimiento.

Parece algo lógico, pero hoy, en Las Ventas, muchos no supieron valorar convenientemente lo que dieron de si los toros de Baltasar Ibán, que, esta vez, no dieron la talla, precisamente, por la falta de las tres virtudes antes mencionadas.

Ni siquiera el tercero, de nombre Bastonito, como aquel toro ilustre, de esta misma ganadería, con el que el colombiano César Rincón se encumbró en 1994 en Las Ventas, fue nada del otro mundo, a pesar de la ovación que recibió en el arrastre.

Un toro que, pese a emplearse en el caballo, apenas desarrolló en la muleta, más bravucón que bravo, sin continuidad y punteando los engaños fruto también de su poca raza.

Es verdad que David Mora no estuvo como se esperaba, y eso que consiguió calentar la plaza con un quite por gaoneras que a punto estuvo de costarle un disgusto, pero, muleta en mano, la cosa fue decayendo hasta quedarse en nada, a pesar del tesón que imprimió Mora a su quehacer.

A decir verdad faltó algo más de mando, algo más de ajuste y algo más de decisión por parte del torero, pero el toro, que quede claro, fue un animal mentirosillo, que a la mínima que se le obligaba buscaba la huida, y que según transcurría la faena empezó además a quedarse corto y a defenderse con la cara por las nubes.

El sexto fue otro toro poco propicio por su aparente sosería, a pesar del picante oculto que tuvo. Mora anduvo nuevamente tesonero, aunque ya era imposible remontar la tarde, abogada ya a la desesperación.

A Urdiales no le tuvieron en cuenta lo firme que estuvo con el lote más complicado de la corrida, pues tanto el manso que abrió plaza, de descompuestas y bruscas embestidas, como con la prenda que hizo el cuarto, que se vencía por los dos pitones y que acabó desarrollando sentido, hizo el riojano una apuesta valiente y sincera, jugándose el tipo a cambio de nada.

Bautista, que pasó desapercibido con el sobrero de El Montencillo que le correspondió en primer lugar, un animal descastado y que no aportó nada, anduvo un tanto insulso con el quinto, el más toreable del envío, aunque, todo sea dicho, tampoco fue un toro de triunfo, ni mucho menos.

Por eso, al final de la tarde, había una sensación un tanto extraña, pues la corrida no fue lo que se esperaba a pesar de la aprobación de cierta parte de la afición, ni los toreros estuvieron tan mal como también dejaron entrever. Lo que hace la engañosa movilidad.

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