Toros

El tótem ibérico bajo el temporal

  • Los ganaderos, ante la lluvia y la nieve, redoblan sus esfuerzos e inversiones para sacar adelante al toro, un animal incapaz de alimentarse si el pienso que le sirven no está totalmente seco

¿Cómo vive el toro de lidia ante el bajonazo de temperaturas y su posterior puntillazo, el hielo? ¿Cómo se desenvuelve bajo una torrencial lluvia? ¿Qué opciones tiene de sobrevivir ante ese rejonazo plateado que es la nieve? El tótem ibérico, a tenor de lo que cuentan los ganaderos, es uno de los animales que más acusa las inclemencias meteorológicas. Acostumbrado a atenciones especiales, su menú, su pienso, debe estar totalmente seco; de lo contrario, se niega a comer. Y en estos días en los que diluvia en la mayoría de las dehesas, complacerle es muy complicado. La situación para los ganaderos es tan compleja que más de una decena de ellos confirman que apenas se puede entrar en sus fincas. Por supuesto, la mayoría evitan fotografiar las camadas "porque los toros tienen el pelo feo". Y mayorales y vaqueros se las ven y se las desean para llegar hasta los comederos de los toros. Pero la mayoría de los propietarios, por experiencias anteriores, tienen sus trucos, sus medidas, para que el rey de la bravura pueda alimentarse y soportar estos contratiempos. En una de las semanas más frías y duras de los últimos años, hacemos un recorrido por dehesas situadas en los puntos donde más está afectando el temporal.

En las inmediaciones de Sevilla, las fincas de Isla Mínima y Tierras Bajas, en La Puebla del Río, se encuentran literalmente inundadas de agua. El ganadero, Mauricio Soler Escobar, cuyas reses son de encaste Escobar, puro graciliano, que invirtió hace años para superar el exceso de agua, se nos muestra como un experto hombre del tiempo: "Al entrar la borrasca por el suroeste y salir hacia el norte, ese agua se ha acumulado en el río -el Guadalquivir- y tenemos la finca bajo agua. Únicamente han quedado a salvo las carreteras principales. A los toros les echamos más del doble de comida de lo habitual. Hace unos años, cada cerrado lo elevamos como un cuarto de hectárea de tierra y colocamos unos comederos de hormigón de altura especial. De esta manera, los toros están siempre próximos a la comida. Salir de ahí supone que el barro les llegue hasta la barriga. Todos los días llevamos unos 350 kilos de paja y pienso por la mañana y por la tarde. Afortunadamente, no hemos tenido ninguna baja. Pero en el 96, en otro temporal muy fuerte, llegamos a perder cinco reses -entre toros y novillos- debido a la hipotermia". Lamentablemente, en la finca que posee en Casares (Málaga), el problema es sumamente grave, ya que "han caído unos 600 litros y no se puede entrar ni con el tractor. Han muerto una veintena de vacas; de las más viejas". Frente a este panorama desolador, Mauricio Soler señala: "Si en nuestra faceta de ganaderos es terrible, para el cultivo del arroz -poseen otras 600 hectáreas dedicadas a ello- es bueno".

Una de las provincias más perjudicadas por las lluvias es Cádiz. Allí se encuentran numerosas ganaderías de lidia. Las reses de Carlos Núñez se distribuyen por las fincas de Tapatana, Aráez e Iruelas, en el término de Tarifa. El ganadero tiene previsto lidiar ocho corridas en 2010 y, en total, unas 1.300 reses están sufriendo los rigores invernales. Carlos Núñez afirma: "Un año de lluvias es el peor panorama. El año pasado cayeron 1.300 litros y éste puede ser peor. Los últimos 20 días han sido catastróficos. Para el toro supone un desconfort. En nuestra zona se da el caso de que las tierras son de arcillas expansivas y debajo, a tres metros, tienen una capa impermeable, por lo que no tragan el agua, que se va acumulando. Eso hace que el toro precise de más energía para moverse, por lo que debemos darle un suplemento de comida. Y lo peor es que las pezuñas se le reblandecen y les sucede lo mismo que nos ocurriría a nosotros con las uñas si tuvieramos las manos metidas todo el día en agua. Con el frío y el agua los toros pierden una barbaridad y nos retrasa un mes la presentación de las corridas".

Dentro de este panorama, la ganadería de bravo más septentrional de España, Antonio Bañuelos, presenta una bucólica y preciosa estampa navideña. Los copos blanquean la pinta negra de 800 reses que a duras penas se mueven en una dehesa de unas 600 hectáreas situadas en la zona central de la gélida provincia de Burgos, a más de 1.000 metros de altitud. Bañuelos explica: "Es una de las nevadas más fuertes. Alcanza entre 50 y 60 centímetros. La nieve, que es buena para la presiembra, es muy mala por el frío y el hielo que sufren los toros. Nosotros tenemos refugios en el monte para que se resguarden. La paridera empieza en febrero, pero las vacas están acostumbradas y se resguardan bien; incluso le hacen una 'cuna' a los becerros". Bañuelos, que formó su ganadería en 1993, con reses de Torrealta, asegura que todavía no ha cundido la alarma, como le sucedió en el 98: "Entonces llegamos a una situación límite porque hubo mínimas por debajo de cero grados durante ocho meses y heladas durante 114 días".

Otros muchos ganaderos tiemblan y piden que el temporal acabe cuanto antes. Piensan que el exceso de lluvias y frío pueden acarrear pérdidas y temen que los toros que se lidien en 2010 lleguen a acusar blandura si sus pezuñas han soportado durante mucho tiempo el barro y el agua. Supondría otra ruina añadida: la de la carencia de fuerzas del toro en el ruedo. Mientras, el tótem ibérico, con el que en estos días se sacrifican más que nunca ganaderos, mayorales y vaqueros, se defiende con bravura ante el temporal.

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