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Análisis 'Detroit: Become Human'

  • Quantic Dream logra dar vida a una epopeya futurista, emotiva, sólida y muy ambiciosa

El androide Markus. El androide Markus.

El androide Markus.

Aunque todavía no éramos conscientes, la primera vez que tuvimos conocimiento de Detroit: Become Human fue a comienzos de 2012 con la presentación de Kara. Fue gracias a una impresionante demostración técnica en la que Quantic Dream nos presentaba una mujer cibernética en proceso de creación. En la pieza, la criatura sintética tomaba forma ante nuestros ojos, ensamblada pieza a pieza en una línea de montaje para androides. Fue allí donde todo comenzó, estaba escondido tras su mirada un tanto aturdida, asustada e inocente, como una criatura incapaz de entender su propia naturaleza. Kara no es un ser humano, pero desde su activación, el androide comenzó a experimentar una gama de sentimientos inusuales para un individuo artificial. Sobre todo, un fuerte espíritu de conservación. De ese miedo a morir nació Detroit: Become Human.

Esta impactante y pequeña pieza interactiva ha evolucionado con el tiempo para convertirse en un juego completo, el mejor que el estudio francés ha creado, el punto de partida de una prosa lúdica que se lleva refinando durante más de dos décadas. El último trabajo de Quantic Dream amplía la piedra angular que movía todos los títulos anteriores del desarrollador: la libertad de elección. David Cage ha organizado con su última obra una aventura visionaria y estratificada que se desarrolla a través de tres perspectivas diferentes, cada una vinculada a un protagonista distinto. Sus nombres son Kara, Connor y Markus. Todos deben recorrer el camino que los llevará a liberarse de la condición de esclavos, a tomar conciencia de sí mismos y a humanizarse. Ésta es su historia.

El teniente Hank Anderson. El teniente Hank Anderson.

El teniente Hank Anderson.

Detroit. Año: 2038

El nuevo exclusivo de PlayStation 4 impresiona en muchos de sus elementos y características, sea por el tratamiento de una historia perfectamente elaborada, por un nivel gráfico sobresaliente o por la posibilidad de regresar y rehacer la trama desde un prisma diferente, moldeando una narrativa extremadamente flexible a las acciones del jugador. Para ir situándonos, el marco de Detroit: Become Human se desarrolla en el año 2038. Aunque las secuencias y protagonistas se van alternando a lo largo de la travesía, la primera parte de la trama se ha reservado para Connor, un liquidador de divergentes que elimina los sintéticos que están tomando conciencia y actuando de manera diferente a su programación.

Paradójicamente el cazador también es un androide, un nuevo prototipo que trabaja a las órdenes de un policía, un compañero humano que odia a las máquinas. El segundo personaje en presentarse es la propia Kara, una androide obligada a elegir entre servir a su amo o proteger a quien se le encomendó, Alice, una chica que sufre abusos de un padre violento que tiene demasiados problemas con las drogas. Cerramos el plantel protagonista con Markus, anterior posesión de un artista convencido de la capacidad de estas creaciones sintéticas para expresarse con libertad, para crear, amar u odiar. Tras sufrir una experiencia tan traumática como dolorosa, se convertirá en el líder insurgente de los rebeldes sintéticos.

Durante la experiencia, que puede superar las 15 horas, Quantic Dream nos ha preparado un viaje repleto de momentos memorables y dramáticos que prácticamente nos obliga a conectar con los personajes. Una conexión sincera y real, pues en lo que respecta a los protagonistas, todos tienen una emotiva y espectacular historia que se puede contemplar desde diferentes ángulos. Connor es calculador y completamente moldeable a los actos del jugador; Kara nos muestra un lado humano, más maternal, cuidadoso y solícito; mientras, Markus presenta un personaje repleto de dudas, contradicciones emocionales y un carácter moral que ineludiblemente afectará a la progresión de la historia.

Como es habitual en los trabajos del equipo, el jugador tiene absoluta libertad para actuar con ellos. Por ejemplo, se puede adoptar la posición más natural y proteger a Alice con Kara, dar voz a los androides oprimidos con Markus y al mismo tiempo darles caza con Connor. Pero la intención no será suficiente, pues el jugador irá descubriendo por el camino qué las situaciones no van a estar tan controladas como pueda parecer. Así, al poco de comenzar a tomar decisiones, la historia de cada uno se extenderá como una red, como una gran idea segmentada que se conecta creando algo mayor que termina determinando eventos más globales.

Vista de Detroit. Vista de Detroit.

Vista de Detroit.

Miseria humana en cuerpos sintéticos

La desarrolladora ha tenido mucho cuidado en la ambientación del juego y la creación de un escenario coherente. La propia elección de Detroit como telón de fondo ya es interesante, pues la ciudad se ha enfrentado a crisis gigantescas debido a la expansión de la industria automovilística, que prácticamente terminó con la ciudad en ruinas. El juego reproduce esta misma caída, pero de una forma distinta, con androides desempeñando muchos de los trabajos que realizaban los humanos, algo que evidentemente causa mucha incomodidad entre las clases más bajas.

Además de asociaciones con las anteriores crisis de la ciudad, también hay implicados diversos paralelismos sociales en la obra, como la esclavitud, los prejuicios, incluso el genocidio y el holocausto. No obstante, la trama no pretende dejar ningún mensaje específico o primar determinado concepto moral, pues cada jugador entenderá las decisiones que tome de la manera que considere correcta para el devenir de su propia historia. Y funciona. Realmente la forma en la que Detroit: Become Human presenta los androides y la manifestación de las primeras emociones, sus dudas, miedos, temores y hasta el amor, es simplemente soberbia. La temática y la construcción que se ha realizado del fondo de la cuestión es excelente y aporta el tono serio, incluso recio, que requiere una obra que no se limita a exponer, tan sólo, un único marco de tensión, pues cada historia conlleva su propio aderezo de angustia, ansiedad e incluso desasosiego.

Otro punto a tener en cuenta es la perspectiva de los eventos que presenta la trama. Durante la campaña, aunque la obra no conlleve un claro mensaje, los androides se alzan en el universo del juego como formas de vida únicas. La historia, no obstante, a raíz de lo que hemos expuesto hasta ahora puede ofrecer la impresión de ser previsible y que la visión de los acontecimientos es unilateral, sin dudas sobre la legitimidad del movimiento de los androides. Pero la realidad, como comprobamos cada día, es muy distinta. Hay momentos muy complejos, que provocan dudas y hacen preguntarse al jugador si todas las decisiones que están tomando son las adecuadas, pues realmente no hay decisiones erradas o correctas. El hecho de implementar incertidumbre desde el principio ha resultado un ejercicio perfecto para dar origen a esta historia.

La androide Kara. La androide Kara.

La androide Kara.

Personajes que insertan al jugador en el contexto

A diferencia de anteriores exponentes de la desarrolladora, donde la acción tenía un ritmo de inicio más lento, Detroit: Become Human arranca con capítulos de introducción para los personajes sumamente interesantes, que insertan al jugador en el contexto futurista y le plantean las primeras dudas. Los desarrolladores tan sólo necesitan un par de capítulos para descubrir cómo sería el mundo en 2038 y ayudarnos a contextualizar la relación de los protagonistas con los humanos. A partir de ahí, la trama despega y no deja ni un solo momento de tedio a lo largo de toda la campaña, en la que nunca se pierde el ritmo. Cuando por cuestiones del guion hay secciones menos intensas, éstas se intercalan con secuencias más agitadas de otro protagonista. El juego nunca deja que el interés decaiga beneficiándose de una elaborada estructura de opciones. A estas alturas, no es ningún secreto que la desarrolladora siempre ha anhelado crear aventuras que tengan cada vez más en cuenta las elecciones tomadas por el jugador para modelar una trama netamente orgánica. En Detroit se logra ese objetivo de caminos casi infinitos sobre una especie de bellísimo tapiz donde descubrir las consecuencias de las decisiones tomadas por el jugador.

La trama es sólida, homogénea, y las conexiones argumentales se han estudiado en profundidad para evitar agujeros o partes inconexas, de esta forma cada uno de los jugadores tendrá una historia distinta al final, pues hay muchísimas variables y variantes.

Pero ¿las elecciones realmente tienen el impacto prometido? Sí, y mucho. La obra dispone de una excelsa gama de decisiones y el argumento se segmenta por capítulos centrados en los personajes. Si imaginamos que cada capítulo es como un río, éste acumularía afluentes que brotan cada metro de ribera y se subdividen más y más. Dependiendo de las acciones anteriores y las decisiones actuales la duración de algunos capítulos varían ostensiblemente. De hecho, los personajes también pueden morir en cualquier momento y cambiar drásticamente el devenir de la aventura.

El androide Connor. El androide Connor.

El androide Connor.

Flujograma de opciones: Nada será igual que antes

Evidentemente no todo son parabienes en la producción y podemos toparnos con ciertos segmentos lineales, sin muchas posibilidades de elección, algo por otro lado comprensible. Simplemente sería inviable crear una trama de juego con libertad infinita, sin la participación de una mínima guía para obtener un resultado cohesionado que se sienta natural y orgánico. Pero realmente tenemos a nuestra disposición una impresionante galaxia de elecciones. En otros términos: Detroit ofrece una campaña muy grande dentro de los patrones para un solo jugador y la extensión del juego se reajusta en cada experiencia gracias a las diferentes rutas, aunque os aseguramos que, aun forzándonos para repetir cada paso, al final ninguna historia coincide, representando incluso capítulos enteros que el jugador no verá durante su primera experiencia con el título, algo impresionante cuando se descubre.

La campaña de Detroit: Become Human implica la constante toma de decisiones. Algunas de ellas dependen de la proactividad del jugador, otras del sistema de diálogos de los personajes y, por fin, el resto nos enfrenta a límites de tiempo regresivos que pueden ser, o no, visibles según la posición de la cámara, pero siempre dejando un poso de duda y preocupación, cuestionándonos si hemos realizado la elección correcta bajo la presión del contador decreciente. De una forma u otra, el mundo está siempre moldeándose con las acciones y decisiones del jugador y podremos repetirlas para recorrer caminos diferentes.

Pero ¿cómo es posible descubrir si había una opción diferente? Es aquí donde entra otra de las grandes bazas del juego, pues los diagramas de opciones se pueden comprobar al final de cada capítulo. Exponer este flujograma al jugador es algo realmente inteligente. A pesar de no informar completamente o aludir con precisión sobre el resto de opciones, es posible descubrir que teníamos otros caminos para continuar, algo que alienta al jugador a revivir algunos fragmentos y comprobar cómo la narrativa podría haberse desarrollado de otra forma.

Vista de Detroit. Vista de Detroit.

Vista de Detroit.

Un nuevo punto evolutivo en los sistemas de juego

Las mecánicas adoptadas para Detroit: Become Human suponen un nuevo punto evolutivo en los sistemas de juego explotados por la desarrolladora desde hace años. De modo que necesitaremos algo de sangre fría para lograr encadenar correctamente algunos comandos durante las secuencias de acción. Y esto es importante, pues puede costar la vida a un protagonista o crear situaciones irremediables. Durante el resto del tiempo, tenemos a disposición otras tres variantes mecánicas: exploración, diálogos e investigación.

Para incentivar la exploración, también hay algunos coleccionables diseminados por los escenarios que ayudan al jugador a situarse en el año 2038, como información sobre nuevas tecnologías, sobre la posibilidad de librar una tercera guerra mundial por un conflicto en el Ártico, el aumento y consecuencias del calentamiento global, especies animales extinguidas y, sobre todo, el debate sobre el papel de los androides en la sociedad. Mas allá, la propuesta jugable cumple perfectamente con su papel y es eficiente en la titánica tarea de ligar la trama en todas sus vertientes. La desarrolladora, en todo caso, acierta situando en primer plano la historia por encima de unos controles enrevesados o fuera de lugar. No podemos olvidar que Detroit: Become Human es un drama interactivo, y al final, la historia y la parcela gráfica son las responsables de la inmersión, no la jugabilidad.

Tráiler 'Detroit: Become Human'

Los gráficos más impactantes de la actual generación

Sin duda, el apartado gráfico es otra una de las bazas indudables de Detroit y los resultados tampoco se podrían catalogar en el mismo sentido sin la participación del nuevo motor de Quantic Dream, ahora responsables de uno de los títulos más bellos a nivel plástico de la generación. Las expresiones faciales recogidas de las magníficas actuaciones de actores como Jesse Williams en el papel de Markus, Clancy Brown como el compañero de Connor y Valorie Curry en el papel de Kara, o la ambientación extremadamente fotorrealista, nos ayudan a crear relaciones más cercanas, que incluso pueden traspasar las emociones que es capaz de transmitir una fría pantalla.

El detalle visual del juego bordea la perfección y ayuda a construir el clima cinematográfico que tanto tiempo han soñado en Quantic Dream. La desarrolladora ha pretendido crear un mundo creíble desde el punto de vista narrativo, pero el fotorrealismo gráfico realmente es la guinda del pastel en lo referido a la credibilidad de la historia. Los efectos de profundidad de campo, la iluminación global, las texturas de alta resolución, los efectos de luces de altísima calidad, las cortinas de lluvia y nieve, la calidad de efectos en la piel, entre otros elementos, han sido capaces de crear en combinación una ambientación con la que es imposible no llenarse los ojos.

Cuando todo esto se combina con actuaciones de mucho nivel, es fácil que tomen cuerpo ciertas sensaciones. Puede parecer nimio, pero ver un personaje implorando por su vida, exhibiendo pánico, derramando lágrimas o incluso compartiendo ternura es, de hecho, más emocionante gracias al nivel gráfico exhibido y a la cantidad de detalles en las expresiones de los personajes.

En PlayStation 4 Pro (versión analizada), el juego se ejecuta con resolución 4K y deja para la posteridad detalles aún más impresionantes. También ayuda un doblaje al castellano que cuenta con un alto nivel de producción.

Conclusiones

Detroit: Become Human nos propone una experiencia coherente que aborda temas muy interesantes. Una representación dramática de primer orden donde el jugador es dueño de sus propias decisiones dentro de un universo muy detallado y repleto de analogías increíbles. El trabajo realizado con los personajes es excelente y realmente logra crear lazos emocionales con el jugador. Las decisiones realmente importan y pueden cambiar o liberar contenidos nuevos para la experiencia. Si te preocupaba la duración de la campaña, hay que matizar que estamos ante una experiencia realmente extensa para un solo jugador y con un factor de rejugablidad altísimo.

La producción se apoya en unos valores espectaculares, una vertiente gráfica impresionante y actuaciones de primer nivel, que se completan con un gran trabajo de doblaje y una ingente cantidad de contenido narrativo de muchos quilates.

Pero lo que termina por diferenciar este drama interactivo del resto de propuestas es la enorme cantidad de opciones que inciden directamente en la narrativa. En resumen, Detroit: Become Human es una de esas experiencias por las que merece la pena haber invertido en PlayStation 4, y no hay duda que dejará una profunda marca tanto en la generación como en el perfil profesional de Quantic Dream. Una historia poderosa, rigurosa y al mismo tiempo ingenuamente casi perfecta. Muy parecida a la propia humanidad.

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