Granada

15-M, un movimiento en cambio

  • Miles de personas salieron a las calles de Granada y de toda España para protestar contra el sistema político y económico; y en su camino hasta la Plaza del Carmen cambiaron el rumbo del año 2011

El 15 de mayo de 2011 una manifestación se cruzó con la procesión de la Virgen del Rosario en la intersección de Gran Vía con Reyes Católicos, ante la estatua de Isabel la Católica. El intercambio de improperios entre uno y otro bando parecía que iba a ser la noticia de la prensa local pero la dimensión del primer movimiento en esa concentración y el desarrollo que adquirió a lo largo del año cambiarían el curso de la vida social y política del país.

En Granada (en comparación con la repercusión que tuvo en las capitales vecinas) el movimiento de indignación ante el sistema político y económico adquirió una fuerza especial.

Sólo dos días después de su primera aparición pública, la noche del martes 17 de mayo, la policía desalojaba al primer grupo de indignados que había acampado en la Plaza del Carmen. Como en otras ciudades españolas, el intento de desalojo sólo provocó el efecto llamada.

La opinión pública se volcó con un movimiento que se asentó ante las puertas del Ayuntamiento, que se ramificó en muchos sectores sociales y que se personificó en la juventud de izquierdas.

A lo largo de esa semana la reunión de acampados a las puertas del Ayuntamiento de Granada creció exponencialmente: no sólo aumentó su número sino que también fueron perfeccionando sus instalaciones.

Se pasó de unas cuantas mantas y unos cuantos sacos a un asentamiento que se diversificó hasta el punto de contar con un córner de comunicación, otro de cocina, un espacio de guardería, otro de lectura, un área de descanso...

Las actividades se multiplicaron al ritmo de las infraestructuras. En sólo unos días se amplió tanto el abanico de propuestas que además de celebrar asambleas para debatir temas políticos se organizaban hasta talleres de capoeira. Incluso se creó un leguaje gestual propio para permitir que todos los participantes en las reuniones expresasen su opinión, aunque desde antes de su nacimiento las redes sociales fueron la principal herramienta de comunicación del 15-M.

Miles de personas acudían a las asambleas que se organizaban en la Plaza del Carmen al atardecer y se pasaban por el campamento para contribuir con donaciones de todo tipo. La protesta cayó en gracia en la sociedad y en la prensa, aunque poco a poco el movimiento empezó a causar malestar entre los comerciantes de los alrededores y entre algunos vecinos.

La opinión pública, que en principio apoyó la indignación, comenzó a dividirse y empezaron a surgir las críticas. Las autoridades locales y nacionales optaron por no intervenir tras la polémica que suscitó el desalojo de la Plaza de Cataluña de Barcelona el viernes 27 de mayo; un revulsivo para los simpatizantes en las acampadas de toda España.

Mientras las administraciones se pasaban la patata caliente, el movimiento seguía su curso. Se convocaron todo tipo de actividades: en bicicleta, a pie, en contra de los desahucios, a favor del medio ambiente y en contra del sistema electoral. Incluso impidieron la celebración del cóctel previsto tras la entrega de Medio Ambiente el 5 de junio en la Alhambra, cuyo Patronato decidió ceder la comida a un comedor social.

Pero la derecha barrió en las elecciones del 22 de mayo. A la vez que las reivindicaciones del colectivo, que tenía en el rostro de Anonymus su cara más visible, calaban en la sociedad empezaban también a surgir las primeras fisuras entre los propios acampados que, finalmente, optaron por levantar el asentamiento en la asamblea que se celebró el miércoles 8 de junio.

Poco a poco se procedió a la retirada de materiales de la Plaza del Carmen, que fue rebautizada como la Plaza del Pueblo.

El 15-M comenzó entonces una nueva andadura organizándose en comisiones de barrio y pueblos que programaban actividades en sus áreas de actuación y seguían manteniendo sus reuniones periódicas en el espacio de la acampada originaria.

Las más activas fueron las comisiones de Realejo-Barranco del Abogado y la del Zaidín y el que cosechó más éxitos fue el grupo de desahucios que, por ejemplo, logró impedir en varias ocasiones el desalojo de la vecina de la Casa del Aire.

Paralelamente a esta diversificación local, a través de las redes sociales, el 15-M empezó a adquirir dimensión internacional. La indignación llegó a otros continentes y cobró de nuevo fuerza ante las elecciones generales del 20 de noviembre. Los indignados volvieron a sacar músculo el sábado 15 de octubre cuando reunieron a otras 10.000 personas por las calles de Granada. Ese fue el último acto multitudinario del 15-M, que sigue en activo con el sistema de comisiones y manifestaciones periódicas convocadas por los diversos grupos de actividades especializadas y que, hasta la fecha, sólo se sabe que será el movimiento que dará más líneas a los sociólogos en el próximo año.

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