Granada

"Vamos a tener chiringuitos con el nombre de universidad"

  • Dejó el Hospital Real para volver a su despacho en Medicina, desde donde sigue con "intensidad y dolor" los ataques al sistema universitario público

David Aguilar Peña (Jaén, 1952) confiesa tener dos "pasiones", la música y la Universidad. A la gestión de esta institución granadina dedicó dos mandatos como rector, un periodo de tiempo en el que proyectos como el campus de Ciencias de la Salud o la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES) pasaron del papel a tomar forma.

-El curso que acaba de terminar se ha caracterizado por las protestas estudiantiles, el desencuentro de los rectores con el Ministerio y los problemas derivados de la crisis...

-Soy una persona muy comprometida con la universidad pública y vivo con intensidad y a veces con dolor lo que está ocurriendo. Creo que existe una decisión política de este Gobierno, se quiera decir explícitamente o no, claramente en contra de la universidad pública. Duele que desde el Gobierno y desde otros sectores interesados se apueste por unas universidades de elite que salgan adelante, y que el resto desaparezcan, que ya vendrá el sector privado a ocupar ese nicho. Al mismo tiempo, siempre soy optimista. La universidad es indestructible en el sentido de su función social. La pública y la privada no son incompatibles. Otra cosa son las normas para abrir esas universidades. Con el real decreto que se está preparando vamos a tener auténticos chiringuitos con el nombre de universidad, sin garantía de calidad ni medios.

-Esa defensa de lo público contrasta con el informe de expertos encargado por el Ministerio, en el que señala que la universidad está lastrada por la endogamia o falta de investigación, por ejemplo... Se ha atacado muy duramente al profesorado.

-Es un informe ideológico, y respetable, como todas las ideologías cuando son sinceras y no actúan al dictado. La endogamia sólo se combate con atractivos en la contratación de profesorado. No se puede pedir que venga a una universidad si no hay hueco en esa universidad, si no hay una mejora de las condiciones y si no hay oportunidades para su pareja o su equipo de investigación. Los americanos, cuando se trasladan se llevan hasta el último aparato del laboratorio. Si no hay incentivo alguno, ¿para qué se va a trasladar una persona? Existe la posibilidad de obligar, que es lo que se pretende ahora con la reforma de la ley, que nadie pueda ser contratado en su universidad de origen. Eso ya se ha intentado pero no se ha cumplido porque las universidades, cuando no tienen recursos, tienen que acudir a los que forman parte de sus propios equipos. No me parece bien que achaquemos los males de la universidad a la endogamia, porque puede ser un elemento negativo, pero la universidad no es la única responsable de ello, lo es la propia sociedad y el sistema.

-Otro aspecto espinoso en el sistema universitario es la financiación.

-Hay que dar la posibilidad de formación a todo aquel que lo desee en el ámbito de la educación superior, pero también hay que analizar las demandas y establecer las cuotas necesarias para no tener una superproducción de especialistas que cuestan un enorme dinero formar y luego no tienen salidas profesionales. No creo que tenga sentido formar neurocirujanos altísimamente cualificados para que se vayan al extranjero o a la privada.

-Y aquí tenemos una oferta de más de un centenar de másteres... ¿No es alimentar el mismo problema de especialización a otro nivel?

-El problema no es el número, sino la demanda. Si hay 25 o 30 alumnos, el máster se justifica. No debe asustarnos que haya un gran número de másteres, porque sobre un grado puede haber varios títulos de especialización. Ahora, que tengan demanda. Lo que no podemos es tener títulos en función de las necesidades del profesorado. Si hay que cerrar grados o másteres, se hace.

-Hablar de suprimir grados es bastante polémico...

-Si se utiliza con demagogia es lógico que genere resistencias. Los términos absolutos son ridículos en este debate. Decir que hay quitar los grados con menos de 25 o 30 alumnos es un disparate. Granada es un referente mundial en los estudios árabes. Si tenemos menos de 30 alumnos ¿tenemos quitar los estudios árabes en nuestra universidad? A lo mejor lo que no se puede tener es estudios árabes en todas las universidades de Andalucía. Ni café para todos ni quitar titulaciones en todas partes. Hay que actuar con sensatez, y no es ninguna tragedia. Otra cosa es que a la universidad se la torpedee con demagogia para hundirla, y no hay que tener miedo a defenderse.

-Con Bolonia se tuvo la oportunidad de hacer ese análisis y también de mejorar la atención al alumnado, dos cosas que, parece, no se han hecho...

-La universidad es a veces un mastodonte difícil de cambiar y con muchos intereses personales y corporativos. ¿Teníamos que haber hecho un esfuerzo por cambiar el sistema de grado y de posgrado? Probablemente tuvimos una actitud demasiado conservadora. En cuanto a la segunda cuestión, Bolonia implicaba un nuevo sistema pedagógico, de mayor responsabilidad del alumno. Eso exige una menor ratio de alumnos y resulta que Bolonia se ha topado con la crisis y en lugar de mejorar las ratios, se han empeorado.

-Hablemos de financiación.

-Me defino como socialdemócrata y creo que la educación superior es un bien al que debe acceder todo aquel que tenga méritos suficientes. Eso se consigue con recursos públicos, con una financiación suficiente por parte del Estado. Luego hay muchas actividades complementarias que pueden tener una financiación mixta. Pero en el ámbito de la enseñanza básica estoy más a favor de una financiación suficiente y de un sistema de becas. Hipotecarse con préstamos, como se ha planteado, se hacía en Estados Unidos cuando se sabía que esa persona iba a tener un trabajo bien retribuido.

-¿Y qué hacemos con la deuda que soporta la Universidad, por ejemplo con la Junta?

-Que la pague. Nosotros conseguimos dejar una Universidad equilibrada y soy el primero que cree que hay que rendir cuentas. Si contraigo una deuda, la tengo que pagar. ¿Que hay que negociar, esperar a una mayor capacidad de endeudamiento? Bueno, pero al final hay que pagar.

-El Campus de la Salud es un ejemplo de los problemas que genera la financiación. Odontología y Farmacia no se pueden acometer....

-Cuando llegué estaba todo empantanado. Conseguimos desatrancar aquello con un gran esfuerzo gracias a Jesús Quero y, modestamente, creo que mi labor también contribuyó. Los parones que ha tenido el campus han sido por problemas administrativos o legales, pero, en general, ha habido menos problemas de financiación de los que cabría esperar. Prueba de ello es que el Hospital está a punto de finalizarse, Medicina va a terminarse este año, Ciencias de la Salud ya está... Si el campus se ha ralentizado es por nuestra propia idiosincrasia, por incertidumbres políticas más que económicas.

-¿Es como lo imaginó?

-Uno siempre imagina las cosas mucho mejor. Por ejemplo, el campus tenía un millón de metros cuadrados y al final tenemos 600.000 construidos porque el resto se destinó a zona residencial para pagar el proyecto. Hubiera querido más rapidez. Pero se concibió como crisol de actividad docente, asistencial, investigadora y empresaria y funciona como tal. De nada vale ir marcha atrás.

-En su época de rector afrontó una etapa de bonanza. ¿Se aprovechó?

-Tengo que matizar que tuvimos dos mandatos, el primero fue terrible, marcado por una falta de liquidez brutal. Fue una etapa de transición entre un periodo en el que no había un sistema de fiscalización ni de control. Limpiamos la era después de pasar enormes dificultades, incluso para pagar las nóminas. Una gerente maravillosa, María Angustias Montillano, hizo una labor excelente y pasamos a tener una gestión moderna, auditada, sometida a la Cámara de Cuentas y fiscalizada. Gracias al nuevo modelo de financiación tuvimos un segundo mandato de bonanza. Nos pudimos dedicar a políticas de personal, llegamos a ser una de las universidades más saneadas de España y esto unido a la gestión de Lodeiro ha permitido que se sintiera menos la situación de crisis.

-¿Qué se quedó por hacer?

-Hubiera deseado hacer muchas más cosas, pero no sabría elegir. Iniciamos el proyecto Bolonia, lo esbozamos pero no lo ejecutamos. Luego lo vi desde la barrera. Me hubiera gustado verlo más desarrollado bajo mi mandato.

-¿Algún error?

-Errores se cometen siempre, y los pequeños son los más dolorosos. En cuanto a los grandes, uno siempre ve cosas en las que podía haber tenido un seguimiento más directo. Me retiré del Rectorado con la sensación de no haber llegado a muchas personas, quizá por falta de tiempo, o de visión. Me duele no haber estado más a pie de calle.

-Todavía se recuerda lo de la destrucción de la rotativa del 'Patria'.

-Ese tipo de cuestiones cuando llegan son irreversibles. No debería haber ocurrido nunca. Fue doloroso, muy doloroso, pero creo que gana más peso todo lo que hicimos en favor del patrimonio.

-Dejó el Rectorado y llegó a la presidencia del Milenio. ¿Cómo fue aquella experiencia?

-Tenía muy claro que mi profesión está en la Universidad. No busqué ni deseé nada. Me llamó el consejero de Presidencia [Gaspar Zarrías] para estar al frente del Patronato del Consorcio, para generar un proyecto de desarrollo de la ciudad y de la provincia, de definición de objetivos estratégicos. Me pareció muy atractiva esa tarea y lo acogí con enorme ilusión. Eso fue en 2008. Hubo que esperar un año para que se materializada mi nombramiento oficial. Cuando fui nombrado se creó el Consorcio. Ese momento cambia el presidente y el consejero de Presidencia. Aunque aceptaron lo que se había puesto en marcha, ni el presidente [José Antonio] Griñán ni el consejero [Antonio] Ávila tenían muy claro el proyecto ni el objetivo ni la inversión a realizar. Continué un tiempo al frente, pero encontré una respuesta prácticamente nula, salvo en la Diputación de Granada. Cuando percibí que se iba a quedar en una celebración cultural llegué a la conclusión de que para esa tarea no se me habían llamado.

-Un proyecto con una vida paralela es la Universiada.

-Es un proyecto de Francisco González Lodeiro y del alcalde. Es algo que no tiene ninguna proyección pública y exige de grandes inversiones. ¿Alguien sabe dónde se hizo la última Universiada? Sirve para dotar de infraestructuras de una ciudad. Si hay crisis económica y no hay dinero, la Universiada sirve para poco. No lo atribuyo a un fracaso del Rectorado ni del Ayuntamiento, que han hecho lo que han podido. Les deseo que sea un éxito.

-¿Le han ofrecido algún otro cargo?

-Con carácter permanente, no. A colaboraciones puntuales en ocasiones he dicho sí, y otras veces no. Colaboro con el Consejo de Universidades, con la Conferencia de Rectores, tribunales, jurados de becas o con el portal Universia. Para salir de la Universidad no he recibido ninguna oferta, afortunadamente.

-¿Ha vuelto a su despacho en el Rectorado?

-Sí, he vuelto. Los primeros momentos siempre sientes algo de nostalgia, pero han pasado siete años y uno ve aquello como algo lejano.

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