Granada

La Audiencia condena a 2 años y 6 meses de cárcel al dueño del Secadero por ruidos

  • El local, situado en Alhendín, queda clausurado definitivamente · Su propietario, que deberá ingresar el prisión, asegura que recurrirá "ante el Supremo y ante el Constitucional si hace falta"

El dueño del club de jazz El Secadero de Alhendín ha sido condenado por la Audiencia Provincial a 2 años y 6 meses de prisión y a pagar una multa de 4.560 euros por un "delito contra el medio ambiente con riesgo grave para la salud de las personas". El tribunal estimó que la emisión de ruidos en su local entre 1994 y 2008 rebasó el máximo permitido poniendo en "riesgo grave" a los vecinos de la urbanización el Álamo, que, según declararon diez de ellos en el juicio, "sufrían de insomnio, irritabilidad y afección en el rendimiento de su trabajo".

A los nueve vecinos a los que el Ministerio Fiscal reconocía como perjudicados por los ruidos les corresponde una indemnización de 30.000 euros, entre 2.000 y 4.000 euros a cada uno. Uno de los afectados, que se personó como acusación particular en el juicio, era el hijo del ex alcalde de Alhendín, José Guerrero.

El propietario, José Luis Sánchez Rodríguez, anunció que recurrirá la sentencia ante el Tribunal Supremo y, si fuese necesario, ante el Constitucional, o "ante todos los estamentos posibles hasta agotar sus recursos".

Si la pena hubiese sido de 2 años, el ingreso en prisión quedaría aplazado, a menos que volviese a cometer de nuevo el mismo delito. Sin embargo, la Sección Segunda de la Audiencia Provincial estipuló que su condena fuese de 2 años y 6 meses, al considerar "grave" el riesgo al que se sometió a los vecinos, por lo que el dueño del local deberá ingresar en prisión, sin posibilidad de aplazar su cumplimiento.

Para justificar esta decisión, la Audiencia citó sentencias del Tribunal Constitucional o del Tribunal de Derechos Humanos que, aseguró, recogen que "el ruido es considerado como un factor patógeno, que se ha usado como método de tortura y hasta para conseguir el enloquecimiento de las personas".

Esta reflexión de la Sala se enfrenta a la opinión de uno de los peritos que declararon durante el juicio. Una médico forense reconoció a los afectados en el proceso judicial y analizó sus casos, llegando a asegurar "que no podía establecerse una relación directa entre el nerviosismo y la ansiedad de los vecinos y el ruido del local". De hecho, la sentencia reconoce que no se ha podido "objetivar ninguna lesión a las víctimas".

Sin embargo, el tribunal no dudó en asegurar que "es de sobra conocido (…) de a cuerdo a las máximas de experiencia y sana crítica, que el ruido sobre todo nocturno, impide el descanso, produce estrés, aumenta la tensión arterial, produce insomnio y depresión".

"Estoy destrozado, la sentencia es demoledora. Muy dura contra mi persona", aseguró Sánchez Rodríguez, muy afectado al conocer la noticia. "Han acabado con 14 años de cultura y escenario libre en Granada y, además, quieren que acabe entre rejas", afirmó. El club de jazz de Alhendín quedará clausurado de manera definitiva, según recoge también la sentencia judicial.

"En España no se han desarrollado leyes que defiendan el Derecho Constitucional a la cultura libre, por lo que las leyes que defienden el medio ambiente han quedado por encima de ese derecho", se lamentó Sánchez Rodríguez. "No se puede acabar así con la cultura. En tiempos de guerra, la cultura es el único arma que tiene la paz", concluyó.

Durante el juicio, Sánchez Rodríguez explicó a la Audiencia que el Secadero comenzó su actividad en 1994, fecha desde la que comenzó a programar conciertos en vivo de jazz, cantautores o música clásica durante los fines de semana y a servir de local de ensayo a las bandas granadinas el resto de la semana, cuando también se organizaban talleres para mayores y niños. Para financiar toda la programación El Secadero ofrecía bebidas para el público y además permanecía abierto también sin actuaciones en directo, con "música ambiental".

La sentencia, sin embargo, recoge que el Secadero tenía licencia de apertura como "terraza de verano con música ambiental y cocina", "con nivel sonoro bajo", pese a repetidas advertencias de las autoridades, el local "nunca se atuvo a la legalidad, (…) ni nunca hubo limitador de sonido".

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