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La última historia de la ahijada de Lorca

  • Isabel Clara Ángeles Alarcón, hija del pintor Manuel Ángeles Ortiz, ha fallecido a los 93 años en Barcelona, ciudad en la que residía

"Antes de que se inaugurara en 1986 el museo de su padrino Federico García Lorca, ella ya se había apoyado en el pozo blanco del patio. Acaso fueran suyas las primeras palabras que se estamparon en el que sería el libro de honor". Este es el primer recuerdo que le viene a la cabeza a Juan de Loxa, en aquel momento el director del Museo Casa Natal de Federico García Lorca, al conocer el fallecimiento el miércoles de Isabel Clara Ángeles Alarcón, hija del pintor Manuel Ángeles Ortiz y ahijada de Federico García Lorca.

De Loxa, amigo personal de Isabel, recuerda ahora con tristeza sus visitas a Granada, ciudad a la que siempre volvió, con su marido -el brigadista David Davidov- y sus hijos. Cada una de estas presencias "ha sido una renovación de emociones tanto para ellos como para mí. No sólo recordando a La señorita del abanico, que ella agradeció a Paco Ibáñez una noche en Alfacar, sino escuchando historias que Lorca había escrito y que para ella estaban casi desvanecidas", lamenta De Loxa.

La vida de Isabel Ángeles estuvo rodeada de grandes personajes de la cultura del siglo XX desde su nacimiento, ya que al poco tiempo falleció su madre -"la albaicinera Paquita Alarcón", según definición de De Loxa- y ella quedó al cuidado de su abuela. Al marchar su padre a París por la tristeza y depresión que le produjo la viudez, aconsejado por Manuel de Falla, García Lorca ejerció entonces con intensidad su papel de padrino de la niña, y por eso, los primeros recuerdos de infancia de Isabel están relacionados con él. Según cuenta en un pequeño libro de memorias, titulado A la sombra de un olivo, que no se llegó a poner a la venta, "venía todos los días a verme, incluso venía a buscarme a los jardines de la Alhambra donde mi nodriza me dejaba jugar. Bajábamos cogidos de la mano y cantando canciones la Cuesta Gomérez y me contaba cuentos que él inventaba".

Además de esa especial relación con Lorca, también la tuvo con Manuel de Falla y Miguel Rodríguez-Acosta. Más tarde, tras trasladarse a París conoció a Pablo Picasso, gran amigo de su padre en la capital francesa y, tras volver a España con su padre, concretamente a Barcelona, asistió a los estrenos de Bodas de sangre y Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores. Fue precisamente allí donde vio por última vez a Federico y donde conoció la triste noticia de su asesinato. La familia volvió a Francia y, a causa de la segunda Guerra Mundial que se desarrollaba en Europa, se exilió a Hispanoamérica.

Primero recalaron en Chile gracias a la ayuda del poeta Pablo Neruda, y después a Argentina, país en el que coincidieron con Rafael Alberti, María Teresa León y Juan Ramón Jiménez entre otros. Una vez llegada la democracia a España, Isabel, David y Manuel Ángeles, regresaron a Barcelona, donde el miércoles falleció a los 93 años.

A pesar de haber tenido una vida rodeada de personajes de tanto calado internacional, Isabel tuvo siempre con ellos una relación muy familiar, según cuenta la gerente del Archivo Manuel de Falla y amiga personal, Elena García de Paredes, quien destaca "la naturalidad con la que vivió esa vida extraordinaria". Isabel Ángeles, que "siempre buscó una mayor presencia de la obra de su padre en Granada", supo también gestionar ese legado, y de hecho donó dos figuras de marionetas al Archivo Falla, ya que su padre participó en el estreno del Retablo de Maese Pedro.

Juan de Loxa rememora también una historia de las que ella había olvidado pero que permanecen en el recuerdo porque Lorca las dejó escritas. "Como cuando su abuela, en el Zacatín, según escribe el poeta, recuerda cuando la niña Isabel Clara quiere que le compren perejil cuando pasa un vendedor ambulante. Y dice la abuela: un día vas a querer la Luna. Y la otra contesta: 'bendesía' sea. Estas dos últimas palabras son las que resumen mi emoción en este momento", concluye.

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