Actual

La poesía de José Gutiérrez en perspectiva: 'Islas de claridad'

  • Renacimiento acaba de publicar una antología del poeta granadino, que vuelve a la actualidad literaria después de varios años de silencio

Cuando en 1959 el gran saxofonista de jazz Sonny Rollins había alcanzado la celebridad y el reconocimiento, se sumergió en un profundo silencio. Dejó los estudios de grabación y las actuaciones. Todos los días se iba a un lugar apartado del puente Williamsburg, el que une Brooklyn con Manhattan, para tocar el saxo. Así estuvo tres años, hasta que lanzó, junto con el guitarrista Jim Hall, el histórico álbum The Bridge. A veces, el artista que no aspira a la notoriedad sino a ser consecuente consigo mismo y con su quehacer, necesita, en un momento dado, enmudecer, alejarse, ocultarse para afianzar o afianzarse, para depurar y sanear su propia obra. Algo parecido, pero durante un periodo más dilatado, le sucedió a José Gutiérrez cuando, después de publicar De la renuncia (1989), en una etapa clave, de considerable aceptación crítica, calló durante ocho años, hasta que apareció la antología Poemas 1976-1996 (1997). Curiosamente, ahora las cosas se repiten: después de La tempestad serena (2006), nuestro autor vuelve a la actualidad literaria con otra antología, Islas de claridad (Ed. Renacimiento, Sevilla, 2015). Y lo hace tras otro largo periodo de silencio. Como expresa Antonio Muñoz Molina en su magnífico y lúcido prólogo: "En la poesía, más aún que en la prosa, una parte grande del proceso de la escritura sucede en la oscuridad y en la inconsciencia, de modo que tan importante como escribir puede ser no escribir". El silencio, o en este caso la renuncia, es además un acto de honestidad creadora hacia sí mismo, hacia la propia escritura y hacia el lector. Por eso, al igual que hizo su admirada Elena Martín Vivaldi, José Gutiérrez ha publicado siempre lo estrictamente necesario, porque sabe que hablar por hablar, escribir para aparecer, a la postre no hace más que dañar la obra literaria.

El interés de las antologías personales reside en que, mediante una meditada selección de sus versos, el poeta confecciona lo que para él son los lindes de su propio universo, que a veces distan de lo que propone el examen crítico. El autor se hace lector de sí mismo, aquilata y reconsidera su evolución, terminando por confeccionar a su manera un autorretrato lírico de indudable interés. En el ámbito nacional tenemos casos como el de Claudio Rodríguez (Desde mis versos) o Francisco Brines (Antología personal), por citar sólo dos ejemplos, mientras que en el panorama granadino está el de Martín Vivaldi con Cumplida soledad (1953-1976) (1976).

Estas Islas de claridad nos trazan, pues, un retrato mucho más ajustado y exacto de lo que ya hiciera la antología anterior, Poemas (1997). En primer lugar, el autor nos ofrece datos muy significativos para establecer las pautas de su trayectoria. Mientras que los tres primeros libros (Ofrenda de la memoria, Espejo y laberinto y El cerco de la luz), muy anclados en aquel estilo sensual, cultista y neobarroco que imperaba en cierta poesía granadina de los setenta, sólo están representados por un parco número de versos, a partir de La armadura de sal (1980) la selección se amplía considerablemente hasta llegar a La tempestad serena (2006). Es evidente que José Gutiérrez orilla esas composiciones iniciales en las que no se reconoce, ya que no trata de mostrarnos las diversas modulaciones de su voz (que es a lo que estaría obligado a hacer un crítico si realizara una compilación panorámica de sus versos), sino de recoger lo que para él es el grano, y congregar así los versos que son entrelazados por una misma música, la que impregna toda la obra hasta alcanzar la orquestación idónea.

Y este es justamente otro de los puntos de interés del libro que aquí reseñamos. Gracias a su lectura, nos damos cuenta de que toda la poesía de José Gutiérrez contiene un tono fijo que la recorre de principio a fin, desde el primer libro hasta La tempestad serena. Un tono, en cuanto a la dicción y al estilo. La palabra, sobre todo a partir de La armadura de sal, se va desprendiendo del irracionalismo efervescente de los inicios y tiende a una expresión más sobria, meditativa, directa y transparente, encajada en las formas métricas tradicionales. Expresión que ya estaba, insisto, en las primeras entregas. Pero también se percibe una coherencia temática que destella desde Ofrenda en la memoria, de tan significativo título. No tanto el paso del tiempo cuanto la captura imposible, pero necesaria, de ese 'tiempo sepultado' es lo que, entre otras cosas, empuja a José Gutiérrez a escribir. De aquí se desprenden motivos tan esenciales como la infancia, concebida como otra Edad de Oro que sólo reverbera dentro de los pasillos de la conciencia, el acto de la lectura (y en consecuencia, la imagen del lector-amigo que se refleja en el libro como Narciso en las aguas) y la naturaleza concebida como huella última de un paraíso perdido del que el ser ha sido exiliado.

Una de las más significativas aportaciones de la lírica de José Gutiérrez es el concepto de 'renuncia', tanto en su dimensión lírica como existencial y personal. Renunciar es ante todo un acto moral, es desprenderse del oropel, de lo superfluo, de lo inane en todos los órdenes, para centrarse en las verdades esenciales; es, en definitiva, el paso previo, un agasajo de sabiduría, que establece nuestros propios límites en el trascurso de la vida. De ahí que desde la escritura, desde ese permanente 'ofrecimiento de la memoria', el yo contempla la derrota sólo como un don que le otorga lucidez y templanza. Todo esto y mucho más (incluidos seis inéditos que anuncian un libro futuro) nos ofrecen estas Islas de claridad. Porque así es la poesía de José Gutiérrez vista en perspectiva, una de las más coherentes, sugestivas y honestas del actual panorama lírico andaluz.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios