Crítica de Cine

Fantasía y conocimiento

la historia interminable

Aventuras fantásticas, EEUU, 1984, 95 min. Dirección: Wolfgan Petersen. Intérpretes: Barret Oliver, Noah Hathaway, Moses Gunn, Tami Stronach, Patricia Hayes, Sydney Bromley, Thomas Hill, Deep Roy. Cines: Kinépolis.

La nostalgia por los 80, por la cultura popular de los 80 para ser más precisos, parece haberse instalado como referente para el marketing de nuevos productos de consumo (véase el hype de la serie de televisión Stranger Things) o para la oportuna repesca de títulos que, con el paso de los años, se han quitado de encima el estigma de lo hortera para alcanzar un renovado estatus de culto.

La operación parece responder al ya clásico y cíclico reciclaje de las modas del pasado, especialmente cuando aquellos niños de los ochenta son los profesionales del presente o los padres de nuevos niños en edad de consumo.

Sea como fuere, el regreso (a 50 salas españolas) de La historia interminable (1984), añade además a esta moda de revival generacional una más que interesante mirada retrospectiva a la relación entre el cine y el género de la fantasía juvenil, justo en un momento previo a la eclosión de la estética digital o a la deriva posmoderna de sus modelos narrativos.

La cinta que dirigió Wolfgan Petersen (El submarino) a partir de la popular novela (1979) de Michael Ende se nos revela hoy como verdadero bastión autoconsciente sobre el poder de la fantasía de origen libresco como camino de iniciación y formación de los jóvenes, un viaje a tumba abierta por los propios procesos de construcción del relato y las identificaciones y proyecciones esenciales que se nos antoja, en su poderosa imaginería analógica de trucajes, escenarios oníricos, maquetas y entrañables criaturas reales a escala, como una pieza valiosísima no sólo entre el catálogo de cintas afines de aquella década (pienso en Dentro del laberinto, La princesa prometida, Cristal oscuro, Willow…), sino como fuente e inspiración para el futuro, donde cada vez será más difícil encontrar fuertes anclajes míticos y simbólicos tras la pirotecnia virtual neobarroca que invadió la pantalla.

Petersen domina el ritmo de la narración, se muestra comedidamente efectivo en el trazado de las etapas y pruebas de la aventura, trenza con soltura los ecos entre el mundo real y mundo de Fantasía, no rebaja la densidad de los momentos de oscuridad (filosófica) de la historia de Ende y, sobre todo, trata al espectador juvenil como un adulto ilusionado antes que como un niño tonto al que hay que mascárselo todo.

Por todo ello, y sin entrar a enumerar los muchos personajes y elementos icónicos y musicales (¡Limahl!) que hacen de esta cinta un título de referencia para aquellos que fuimos jóvenes en los ochenta, puede decirse que La historia interminable sigue resistiendo perfectamente el paso del tiempo más allá de las operaciones nostálgicas, firme y sólida en su invitación a la fantasía iconoclasta con los pies en la tierra, en su viaje de ida y vuelta por los caminos de lo real, la literatura y sus procesos como puertas para la evasión y el descubrimiento, para el sueño como materia para el conocimiento.

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