Antonio Moral. Director del Centro Nacional de Difusión Musical

"Hay clichés que utilizamos para seguir haciendo lo mismo"

  • El gestor cultural, responsable del Teatro Real entre 2005 y 2010, apuesta por la innovación en el mundo de la música clásica y por huir de los lugares comunes.

Antonio Moral es tan excesivo como su currículum. En la actualidad dirige el nuevo Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM), que incluye, entre otras actividades, la dirección artística del Auditorio Nacional de Música de Madrid. Ha sido director artístico del Teatro Real de Madrid desde septiembre de 2005 hasta agosto de 2010, además de fundador de la prestigiosa revista Scherzo, crítico musical o fundador y director del Festival Mozart de Madrid. Su trayectoria personal se explica, en parte, por la vitalidad que es capaz de desplegar durante la entrevista a primera hora de la mañana. Moral, un asiduo desde hace más de 30 años al Festival de Música y Danza, forma parte del jurado del Concurso Internacional de Ópera Mozart de Granada que organiza la Orquesta Ciudad de Granada.

-Usted es también jurado en el Operalia de París. Salvando las distancias, ¿qué nivel se ha encontrado en el concurso de ópera de la OCG?

-Son cosas diferentes, aquí hay un tipo de concursantes acotados a un repertorio muy concreto, mientras que Operalia es mucho más abierto y te encuentras con cantantes verdianos con voces mucho más recias, mozartianos, barrocos... Aquí se ha pedido un tipo determinado de voz para abordar el Così fan tutte, con lo que la gente que se ha apuntado no puede cantar Lady Macbeth de Verdi. En general el nivel me ha sorprendido aunque tenemos el problema de siempre, hay muchas sopranos y pocos tenores, y justo en esta obra está el papel de Ferrando, que requiere de un tenor con una agilidad enorme para el aria del segundo acto y, en cambio, un legato y una manera preciosista de cantar en la parte de la oda amorosa. No es fácil encontrar gente joven que tengas esas características. Tenemos tres tenores y 16 sopranos en la fase final.

-Como programador, ¿se encuentra con el mismo problema cuando tiene que poner en escena a nivel profesional 'Così fan tutte'?

-Lo mismo que cuando hacemos Otello o Tristán e Isolda, es un problema general. Hay determinados papeles en los que es muy difícil encontrar a los intérpretes y otros en los que hay una sobreabundancia, caso de las sopranos ligeras. No es fácil encontrar un buen tenor, ni en un concurso ni en el mundo profesional.

-En Granada no hay ese problema, como no hay Teatro de la Ópera...

-Eso resuelve bastante bien la situación... Conocí muy bien el proyecto del Teatro de la Ópera de Kengo Kuma porque, por entonces, era el director del Teatro Real. Granada tuvo mala suerte con ese proyecto porque coincidió con el inicio de la crisis.

-¿Cree que Granada tiene capacidad económica como para mantener una temporada estable de ópera?

-¿Granada tiene capacidad para tener a un equipo de fútbol de Primer División?

-De momento casi siempre en zona de descenso...

-Pero tiene la capacidad, porque Granada tampoco tiene que tener un Teatro de la Ópera para competir con lo que hace Madrid o Barcelona. Aparte de la discusión de tener o no un Teatro de la Ópera, que es una inversión muy costosa de hacer y de mantener, Granada tiene unas condiciones ideales para programar ópera que no se dan en otras ciudades. El festival de Aix-en-Provence, uno de los más importantes de Europa, ha construido su teatro de ópera hace tan sólo siete años. Pero es un festival que lleva haciendo ópera desde 1948. Granada tiene unos espacios extraordinarios para hacer ópera, como los jardines del Generalife o la Plaza de las Pasiegas.

-El problema del Auditorio del Generalife es que el director de orquesta no ve el escenario desde el foso, una 'peculiaridad' después de invertir un buen dinero en su reforma en 2005...

-Eso tiene solución, no es un gran problema. A lo mejor tenemos que pensar que Granada es una ciudad que puede tener una oferta operística distinta a la del resto de ciudades. Aquí se dan cita circunstancias excepcionales como la temperatura, un tiempo muy bueno durante muchos meses. Luego están los monumentos, con los que difícilmente pueden competir otras ciudades, y en estos espacios se puede perfectamente programar ópera. ¿Por qué no se organizan más conciertos en el Palacio de Carlos V fuera del Festival de Música y Danza? ¿Por qué no se utiliza más el Auditorio del Generalife? Granada podría plantearse hacer una temporada lírica de mayo a octubre, en vez de octubre a junio como ocurre en Oviedo o Düsseldorf. Tenemos que plantear ofrecer un repertorio lírico en lugares excepcionales que atraería a mucho público.

-Precisamente una de las ideas de Diego Martínez, director del Festival de Música y Danza, es que el certamen tenga una mayor presencia en la ciudad a lo largo del año.

-Tampoco digo que sea el Festival quien tenga que liderar esto. Lo que digo es que la ciudad debe aprovechar esta infraestructura para ofrecer una oferta en la que ya no necesitas hacer una inversión en adecuar estos espacios. En estos meses puedes plantear cuatro títulos de ópera y dos o tres espectáculos de danza. Granada podría tener una oferta operística interesante sin necesidad de tener un Teatro de la Ópera. Yo he visto la Atlántida en la Plaza de las Pasiegas y es un sitio excepcional.

-Usted ha llegado a Granada en avión porque Granada lleva más de un año incomunicada por ferrocarril. En este sentido, ¿este aislamiento puede ser una piedra en el camino para los proyectos culturales de una ciudad?

-Yo vine al Festival de Granada por primera vez en el año 1977 y no había ni AVE ni autopista. Llevo viniendo de manera habitual toda la vida y, es más, creo que antes venía más gente de fuera con peores infraestructuras que la que viene ahora. El Festival tenía antes una mayor proyección internacional, pero la ciudad cuenta con una magnífica orquesta, con una temporada estable que le da un gran valor. Cuando me enteré de que estuvo a punto de desaparecer no me lo podía creer, porque era un disparate después del nivel que ha conseguido tener. Está el Auditorio Manuel de Falla y hay que tener claro que no sólo se puede hacer ópera de manera representada, aquí se hizo La Clementina y el próximo año el Così fan tutte, se puede programar ópera de muchas maneras. En el Centro Nacional de Difusión Musical tenemos un proyecto de ópera barroca en concierto que tiene una respuesta excepcional por parte del público. A veces, más que lamentarse por lo que no tenemos, hay que aprovechar con lo que se cuenta para hacer ópera y, luego, probablemente la construcción del teatro se convierta en un clamor y una necesidad, como pasó en Aix-en-Provence, que ha estado más de 60 años representando ópera en el palacio del obispo, que es algo parecido a la Plaza de las Pasiegas.

-¿Qué principios ha aplicado en los proyectos en los que se ha implicado como gestor cultural?

-La labor del gestor cultural es complicada porque tienes que tener contento al público, a la institución que te contrata y a la crítica, que va por delante del público y está harta de escuchar las 'novenas sinfonías' y las 'traviatas' y valora más que se hagan otras propuestas. Las instituciones te piden que se llenen los recintos y, a ser posible, que vengan caras conocidas para dar que hablar. Y el público es conservador de raíz y lo que busca es el gran repertorio. Durante muchos años, y en concreto ahora en el Centro Nacional de Difusión Musical, estamos en contra de todo eso. Nosotros trabajamos con un repertorio específico poco conocido y de calidad. Cuando programamos música barroca no hacemos continuamente La cuatro estaciones de Vivaldi, buscamos obras poco conocidas o directamente desconocidas y que no se han escuchado en siglos, además de música actual que se ha escuchado poco. Pues tenemos las salas llenas y el 85% de ocupación, el 100% en el caso del ciclo barroco. El proyecto anterior costaba 3,5 millones e ingresaba por taquilla 44.000 euros. En 2015 cerramos con 2,3 millones de presupuesto y unos ingresos de más de un millón de euros, prácticamente la mitad del dinero público que se invierte se recupera en taquilla, y eso teniendo a los mejores intérpretes posibles en cada caso.

-Habla de atraer a los espectadores. En este punto, hay propuestas como la del pianista Ambrosio Valero que quieren quitar formalidad a los conciertos actuando en vaqueros. Arriesgan en el color de los jeans, pero no tanto en el repertorio...

-La música no se escucha con vaqueros o con esmoquin, es la mente de una persona. Hay que tener imaginación y el programador tiene la obligación de despertar el interés del público. Nosotros tenemos un ciclo que ha sido un revulsivo en cuanto a nuevas maneras de enfocar las programaciones, el Bach vermú, un ciclo en la sala sinfónica del Auditorio Nacional donde hay un órgano extraordinario. Me propusieron organizar algo para dar a conocer este órgano, con los antecedentes de un ciclo que se desarrolló en años anteriores que tuvo una asistencia de poco más de 100 personas en una sala para 2.300 espectadores. Estaba claro que esos conciertos no funcionaban en horario convencional, un lunes o un marte a las siete de la tarde. Así que decidimos darle un aire festivo el sábado por la mañana, a las doce y media. El órgano en una catedral es un espectáculo, pero en una sala de conciertos es un instrumento inmenso con un músico adosado a él como si fuera una cucaracha. El público de hoy está acostumbrado a tener impactos visuales continuos, no tiene paciencia para estar hora y media escuchando el órgano, así que pusimos unas pantallas para que el espectador pudiera ver cómo se toca el órgano. Los conciertos no son de más de una hora y, además, en el hall del auditorio hemos montado un mercado en el que ofrecemos degustaciones gratuitas de productos como quesos, sardinillas, vermú, vinos... Y un grupo de jazz de músicos callejeros de primera línea de Madrid hace improvisaciones sobre obras de Bach en directo. El resultado es que las localidades se venden con cuatro meses de antelación.

-Ha habido iniciativas para incluir las redes sociales en la experiencia de un concierto que en muchos casos no acabaron de funcionar. ¿Cómo debe entrar el audiovisual y Facebook en la música clásica?

-Hay que aprovecharse de los medios audiovisuales y las redes sociales. Nosotros invitamos a los espectadores del Bach vermú a que transmita sus emociones a través de la red, que hagan fotos y las compartan... Como esto se pueden hacer muchas cosas. Hay una serie de clichés que utilizamos para seguir haciendo lo mismo, es una excusa para no innovar. Lo más fácil es seguir con los clichés, porque los mismos trabajadores con los que estás en la oficina son los primeros que te dicen "no hagas esto que no va a funcionar". Y las instituciones igual, un jefe de servicio del Ministerio de Cultura me dijo que cómo íbamos a llenar de puestos de mercado el hall del Auditorio Nacional, que si me había creído que era la plaza de un pueblo... Cambiar las cosas requiere esfuerzo porque la naturaleza humana es conservadora por definición y cuesta trabajo cambiar los hábitos.

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