EN España, las instituciones que deberían animar a la sociedad civil no sólo no actúan como necesario contrapeso a la vocación omnímoda del estado sino que se han acabado convirtiendo en parte del mismo. Como la independencia real nace de la económica y carecen absolutamente de esta se han echado en brazos de un estado que las mediatiza a la vez que ocupa hasta la última parcela de decisión social. No hay libertad de acción ni de crítica si partidos políticos, sindicatos, iglesias, fundaciones, ONG's y demás asociaciones sobreviven gracias al reparto de fondos públicos otorgado en función de la cercanía ideológica y los intereses mutuos. Si se mantienen, con el dinero del contribuyente, un sinnúmero de medios de comunicación arruinados y desacreditados es porque se utilizan como voceros gubernamentales, no porque se quiera ofrecer un servicio al ciudadano. Así, el propio interés sustituye a la vocación de servicio. Si se procede a privatizar los servicios básicos que justifican la necesidad del estado con el argumento del ahorro a la vez que se mantienen organismos caros e innecesarios cuyo único sentido es nutrir una estructura parásita y caciquil en el entorno del poder, debemos concluir que algo falla.

Cada día es más patente que vivimos en dos Españas, una oficial y otra real. La primera, como ya ocurrió tantas veces, no es más que un teatrito donde se representa ante una claque interesada una deslucida y anacrónica opereta, cuya música y letra son tan previsibles como los días de la semana. La otra, la España real, sigue levantándose cada mañana angustiada por su supervivencia física y moral y sólo animada por la grandeza del esfuerzo.

Esa España real es la auténtica sociedad civil. Sin duda, está desorganizada y puede que carente de liderazgo pero es claro que empieza a mostrar su hartazgo y desencanto. Lo demuestran las encuestas que otorgan a los dos grandes partidos, un raquítico cincuenta por ciento del voto a la vez que predicen la participación electoral más baja de nuestra historia.

Cuando el ciudadano percibe que no se le aportan soluciones pero debe ejercer a diario arriesgados actos de fe, está claro que algo falla. Puede que uno de estos días aparezcan los populistas y salvapatrias arrastrando a una ciudadanía aburrida y desencantada de lo de siempre. Ese día, señores gobernantes de toda laya, si quieren encontrar a los culpables, mírense al espejo.

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