Quousque tamdem

luis Chacón

No somos tontos

EN unas líneas, las de la entrevista que el ministro de Economía concedió al diario económico japonés Nikkei, el señor De Guindos ha conquistado el dudoso honor de dejar por mentirosos a dos presidentes de Gobierno, uno de los cuales es su propio jefe. Abominar de quienes te precedieron es tradición arraigada en la política pero hacerlo con quién te ha nombrado añade un cierto tono de alambicada exquisitez desconocido por estos lares. Ya dijo el canciller Adenauer que en política hay enemigos, enemigos mortales y compañeros de partido.

Para el ministro, la banca española ya no es una fuente de inseguridad. Ergo, lo ha sido. Así que si le creemos, el señor Zapatero mintió cuando tras la caída de Lehman Brothers afirmó solemnemente en Nueva York que el nuestro era el sistema financiero más sólido del mundo. No dijo que era bueno, no. El hombre, en plan España y yo somos así, se marcó un castizo aquí no hay miseria y se quedó tan tranquilo. Dice el señor De Guindos que España se vio obligada a pedir la ayuda para el sector bancario. ¿No dijo el presidente Rajoy que había aceptado el crédito por no hacerle un feo a la Unión Europea que se puso más pesada que la madre de un recién casado con la tartera de las croquetas? Pues parece que no fue así. Y añade el ministro, en su papel de ofendido hidalgo, que España no pedirá nuevos créditos sino que devolverá la cantidad prestada y los intereses. ¡Hombre, claro! Una cosa es que Europa insistiera y otra que nos hiciera un regalo. Nada es gratis. Pero lo que también nos confirma el ministro, es que el señor Rajoy no nos contó la verdad cuando, también de modo solemne y en el propio Congreso afirmó que la ayuda era un crédito a la banca que iba a pagar la banca.

Escribió Sófocles que una mentira nunca vive hasta hacerse vieja. El señor De Guindos es un economista de sólida formación y además, y eso es mucho más importante, lo que ha dicho lo sabíamos todos. Pero lo que me sigue indignando es la facilidad y la impunidad con la que nos mienten estos señores. O nos creen imbéciles o una panda de lerdos. Y no somos ni una ni otra cosa. ¿Tan difícil es hablar claro a una sociedad adulta? ¿O suponen que a Churchill le resultó agradable decir a sus conciudadanos en su toma de posesión que, en aquel momento, sólo podía ofrecerles sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor? Pero claro, los políticos que nos han tocado en suerte no son de esa pasta.

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