LA presidenta de la Junta de Andalucía, y candidata más votada en las elecciones del pasado domingo, celebrará a lo largo de la jornada de hoy reuniones con los otros cuatro candidatos que han logrado representación parlamentaria. Aunque se trata de una primera toma de contacto y las consiguientes negociaciones tendrán lugar en los próximos días a otros niveles, el encuentro entre Susana Díaz y Juan Manuel Moreno, Teresa Rodríguez, Juan Marín, Antonio Maíllo y Juan M. Cornejo -este último, en nombre del PSOE- debe servir para tomar la temperatura política de las principales formaciones políticas ante los retos de la legislatura todavía no abierta. Precisamente la estabilidad en el próximo periodo político ha de ser la guía de acción de todo el espectro político surgido del 22-M y la llave para afrontar los enormes desafíos que tiene por delante la comunidad autónoma andaluza. El 16 de abril es la fecha predeterminada en la que se constituirá el Parlamento de Andalucía y para entonces habrán de estar tejidos los parámetros institucionales que definirán el nuevo mandato. Ni que decir tiene que la voluntad libremente expresada por los andaluces ha establecido que ningún partido político cuente con la mayoría absoluta y que, en consecuencia, todos están obligados a un ejercicio de responsabilidad y sentido de comunidad que les lleve a potenciar la cultura del consenso, la negociación y el pacto. Sólo con ella será posible constituir un Parlamento que refleje el notable pluralismo manifestado por la sociedad andaluza y, a la vez, el evidente compromiso de hacer viable un Gobierno estable y sólido. Aunque es muy problemático que la candidata de la fuerza política más votada sea elegida presidenta de la Junta en la primera votación de investidura -por falta de mayoría absoluta y por la inminencia de nuevas elecciones en las que todas ellas deberán competir por otros ámbitos de poder-, el Estatuto de Autonomía contempla la posibilidad de otras votaciones en las que bastará con una mayoría relativa de diputados. Ni el PSOE puede acudir a las negociaciones exigiendo la sumisión de sus adversarios, que suman entre todos bastantes más escaños que los socialistas en solitario, ni las otras cuatro organizaciones políticas representadas en la Cámara pueden obstruir la elección de presidente de la Junta enfatizando su identidad hasta el punto de impedir la gobernabilidad de Andalucía. La alternativa a una negociación sin vencedores ni vencidos no puede ser peor para la región: si en dos meses no se acuerda la investidura, los andaluces tendrán que volver a votar para resolver lo que sus políticos no habrían sido capaces de acordar.

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