ES claro que los estrategas griegos prefieren la épica suicida de las Termópilas antes que la razonada Política de Aristóteles. Si no, resulta inconcebible que el premier Tsipras y su ministro Varoufakis, ídolo de la gauche caviar que dirían los franceses, se hayan sacado de la chistera un referéndum dos días antes de agotar el plazo pactado para la enésima renegociación de su deuda.

Enternece escuchar a nuestra angelical izquierda asamblearia defender la irracional propuesta de su colega Syriza argumentado que es una muestra de democracia y respeto al pueblo frente al gobierno de tecnócratas sin legitimidad que dirige Europa desde Bruselas; añadiendo con ese toque profesoral tan propio de un partido nacido en la cafetería de una Facultad de Políticas, que Atenas fue la cuna de la democracia. También en nuestra Cádiz, doceañista y trimilenaria, se acuñó el término liberalismo y ni allí ni aquí hicimos mucho por ambos retoños que hubieron de crecer muy lejos de la calima mediterránea para madurar entre las brumas del norte.

Hay sin embargo otro término tan griego como democracia al que son muy aficionados los chicos del "sí, se puede" y sus adláteres; demagogia. La definió Aristóteles como la "forma corrupta o degenerada de democracia" que subordina la ley al capricho de algunos y acaba provocando la tiranía de quienes dicen gobernar en nombre del pueblo. Porque este referéndum no es más que eso, la demostración fehaciente de que el gobierno griego es incapaz de encontrar soluciones, no ya al enorme problema de su deuda que en Bruselas, hasta el Manneken Pis sabe que es imposible de pagar, sino a la de la modernización de un país cuya economía esclerotizada agoniza hace demasiado tiempo.

A Grecia se le condonó gran parte de su deuda en dos reestructuraciones y aún así ha seguido incumpliendo sus obligaciones. Sin embargo, gracias a los apoyos recibidos de los socios europeos puede financiarse a menor tipo y más plazo que casi todos los miembros de la Eurozona, los mismos que acordaron dos rescates para el hijo pródigo que casi exige un tercero sin aportar garantía alguna de devolución. Y todo ello, en un país donde la pobreza aumenta cada día y en el que la medida estrella de Syriza ha sido reabrir la arruinada televisión pública. Así que tras la demagogia de baratillo, lo único que le queda a Grecia para no perecer en estas Termópilas es que Syriza pierda el referéndum.

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