la granada del siglo XXI

Una ventana a Capileira

  • El pueblo ha sabido conservar perfectamente la arquitectura tradicional a pesar de las intervenciones que se han realizado

El Barranco de Poqueira es uno de los espacios naturales más ricos de la provincia de Granada, uno de esos enclaves que cualquiera debería conocer y disfrutar. Un lugar en el que están asentados tres pequeños pero encantadores municipios de la Alpujarra, que se pueden recorrer tanto en coche como a pie. El más alto de los tres es Capileira, y ese puede ser la primera parada para el viajero que decida adentrarse en este recorrido alpujarreño.

Situado a unos ochenta kilómetros de la capital granadina, una sinuosa carretera de montaña conduce hasta sus calles. Merece la pena sin duda el trayecto dominado por las curvas, para conocer este rincón en el que se mire hacia donde se mire la naturaleza es la protagonista de este pequeño pueblo ubicado en la vertiente sur de Sierra Nevada. Desde su mirador se pueden divisar tanto los otros pueblos que forman parte del conjunto histórico como la propia Sierra.

En sus calles sinuosas y de casa blancas, sorprende una arquitectura totalmente tradicional, con tinaos, casas encaladas y tejados planos con chimeneas y dividido en tres barrios. Se percibe no obstante que se ha renovado en parte el casco urbano del núcleo, aunque eso sí, respetando al máximo la imagen típica de la zona. Y es que además del magnífico entorno natural, para estos municipios es imprescindible conservar la imagen que todos los visitantes esperan encontrar cuando se acercan a esta zona de Granada. Por ello en cada nueva construcción e intervención tienen que tratar de mantener la homogeneidad en la arquitectura.

Cámara en mano se cuentan por decenas los visitantes con los que el turista se va cruzando a cada paso, en una localidad con apenas 600 habitantes censados. La literatura ha hecho que la Alpujarra sea cada vez más conocida fuera, no sólo de Granada, sino de las fronteras nacionales. Por sus calles se mezclan los acentos y los idiomas y sus habitantes, que no hace tanto tiempo, tenían dificultades incluso para llegar a la capital, ven como ahora las distancias son cada vez menos impedimento para llegar hasta Capileira.

María José y Anastasia son dos capilurrias que han vivido toda la vida en su pueblo. Ninguna cambiaría su localidad por ningún otro lugar. "Vivimos muy a gusto y tenemos la suerte de disfrutar de la naturaleza cada día", afirman ambas. Aseguran las vecinas que el turismo se ha convertido en una fuente de trabajo y de vida para la localidad y que aunque muchos jóvenes se van para estudiar, también son muchos los que llegan.

Pero Capileira no sólo es un lugar que visitar, para muchos es un rincón en el que quedarse, y así son muchos los foráneos que deciden instalarse en este pequeño pueblo enclavado en mitad de un auténtico paraíso natural.

La ganadería y la construcción, junto con el sector servicios tan en auge gracias precisamente al turismo, son los principales motores económicos de la localidad. Las pequeñas tiendas de souvenirs, restaurantes y alojamientos son los protagonistas de muchas de las calles del pueblo.

Los inviernos complicados y fríos invitan a los visitantes a disfrutar del encanto de casas con chimeneas humeantes, mientras que el verano agradable anima a otros tantos a disfrutar tanto de las terrazas y calles de la localidad como de las rutas de senderismo que ya en estas fechas comienzan a llenarse de viajeros con ganas de disfrutar de olores, sonidos e imágenes impactantes. El agua mana de las fuentes y los capilurrios siguen su vida, saludando aún a todos aquellos a los que se cruzan en su camino, una de esas costumbres que no debería perderse, porque lo mejor de estos pequeños lugares continúan siendo sus gentes.

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