Toros

En el cierre primó el continente

En el cierre primó el continente En el cierre primó el continente

En el cierre primó el continente / José Ángel García

Se arriaba el telón de una temporada para la historia con un festejo ya tradicional, el de un festival benéfico en favor de las obras asistenciales de una hermandad. En esta ocasión la hermandad del Rocío de Triana compartía réditos la Fundación Alalá, que obra en pro de la no exclusión social de la juventud gitana. Y como es habitual, la Maestranza se colmaba y ahí se daba cita un público mayoritariamente no habitual. El fin se cumplía y la plaza más bella del mundo se engalanaba para la ocasión, presentando un aspecto hermosísimo. Y no sería eso lo único a destacar, ya que el festejo estuco rodeado de una parafernalia que lo engrandeció.

Las imágenes de la corrida. Las imágenes de la corrida.

Las imágenes de la corrida. / José Ángel García

Lo primero, la sorpresa de que cinco tamborileros desfilaron por el ruedo tocando sevillanas a golpe de gaita y tamboril entre ovaciones. Después tras el paseo el agradecimiento de las beneficiarias del festejo terminando con los gritos de ritual en vítores a la Blanca Paloma y la hermandad trianera. Era una puesta en escena que tuvo el remate de la Marcha Real para una sucesión de vivas que desterró cualquier atisbo de frialdad que pudiese anidar en los tendidos. Todo iba sobre ruedas y sólo faltaba que apareciese el toro para confirmar si aquello iba a continuar o no. 

Abrió el festejo Fermín Bohórquez, que abandonaba sus cuarteles de Fuente Rey para rejonear y matar un toro de su divisa en Sevilla. Casi nada la empresa, pero el jerezano estuvo a tono del acontecimiento. Tras un emotivo brindis al Cielo se lució con las cortas, mató de un rejonazo y a sus manos fue una de las orejas del zaíno Agradecido. Ciertamente, la faena de Fermín tuvo muchos momentos emotivos que contribuyeron al éxito.

Fermín Bohórquez en su faena. Fermín Bohórquez en su faena.

Fermín Bohórquez en su faena. / José Ángel García

Josemari Manzanares se batió con colorado de El Pilar llamado Tontillo y que tuvo una salida espectacular, pero en eso acabó todo. Quiso Josemari y hasta lució  en redondos bajo los habituales sones de Cielo andaluz, pero el morlaco no ayudaba, en esos momentos arreciaba el viento, el torero se atascó con los aceros y todo acabó en cariñosos saludos que recibió desde el tercio.

Se llamaba Machacón el toro negro de Garcigrande que le tocó a Alejandro Talavante. Y el extremeño salió con ganas de renovar la fe de Sevilla en su toreo tras su poco lucido paso por ella en esta temporada de su retorno a la Maestranza. Y en vista de que el toro era un manso pregonao, Alejandro se salió de molde y apeló a un arrimón efectista cerca de chiqueros, zona de confort del toro que le sirvió para tocar pelo y exhibirlo en la vuelta al ruedo con un contento desaforado.

Lleno, hubo gaitas y tamboriles, sonó la Marcha Real y se cerró una campaña histórica

A renglón seguido, un torero de Espartinas que anda a machetazos por abrirse camino y que viene de triunfar con ruido en Las Ventas. Llegaba supliendo a Morante, la taquilla no se resintió con el cambio y salió con el radiador hirviendo desde que se abrió de capa. Muy vibrante con la muleta hizo lo mejor de la tarde, un detalle para el recuerdo en la forma que remató una serie de redondos con un  natural hasta el infinito, mató de estocada, cortó una oreja y opta a un lugar digno en la Feria. Sin duda, Borja tiene el duro y a ver si le dejan cambiarlo.

Venía muy motivado Pablo Aguado. Por el lugar y por el motivo del festejo, pues su padre fue hermano mayor del Rocío de Triana, pero su gozo en un pozo. Tras brindar a la plaza y cuando se empeñaba en abrirle los caminos, Medicillo, un colorado de El Pilar sacó bandera blanca, se echó y aquí paz y después gloria. A continuación, otro trianero como Alfonso Cadaval con el, curiosamente, el astado más joven del encierro, con un mes menos que el que le tocaría al novillero que cerraba plaza. Brindó a su padre, César Cadaval, y todo quedó en la intentona. Con pulcras maneras, el trianero estuvo por encima del llamado Jarrito, pero todo quedó en saludos. 

Cerraba el festejo Mariscal Ruiz, hijo y nieto de toreros que tiene ilusionado al cotarro.  Aunque continúa en el escalafón de los sin caballos, aquí pechó con un novillo de tres años largos con el que estuvo sobrado. Templado con el capote, banderilleó con poder y brillo, le brindó la muerte a su abuelo, el banderillero retirado Luis Mariscal, y estuvo muy por encima de Nochenegra, de Santiago Domecq. Es éste un torero que si sigue con este ánimo lucirá más con el cuatreño. Cortó una oreja y su cartel aumenta. Es lo que pasó en el cierre de aquella temporada que fue la de la despedida de El Juli y el rabo que cortó Morante.

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