Granada

Un lugar en el sol

  • El censo de británicos en la provincia se multiplica por siete en la última década · Tras una primera ola de jubilados, sólo los que se integran en el pueblo logran quedarse en España

La oleada de ingleses que llegó a principios de 2000 a Andalucía buscando una vida tranquila en plena naturaleza se redujo con la crisis económica, aunque nunca desapareció del todo. A Granada vinieron atraídos por sus montañas y playas, un paraíso ideal para el retiro de jubilados y soñadores con ganas de cambiar de vida y algunos lograron establecerse definitivamente. Un ejemplo de esta colonización se ha dado en Loja, donde el registro de británicos ha subido un 680% en la última década. Sin embargo, el camino de la integración en España ha sido duro para ellos, pues la mayoría se dejaron embaucar por un sueño televisivo y fueron presa de oportunistas inmobiliarios. Muchos de estos extranjeros se vieron obligados a volver a su país en la ruina. Otros, los que lograron superar las barreras culturales y del idioma, cuentan a este diario cómo ha sido su adaptación.

Todo empezó a partir de la emisión de un programa de televisión, llamado 'A place in the sun' (Un lugar en el sol), que hacía furor en el Reino Unido a finales de los 90. Era una especie de 'Andaluces por el mundo' en versión británica, que documentaba las vivencias de los ingleses que habían dejado atrás la vida gris del norte de Europa por el soleado mundo rural andaluz. Y para conseguir este sueño sólo hacía falta una dosis de espíritu aventurero.

"Parecía muy fácil -explica Paul Read, el presidente de la Asociación de Angloparlantes de Loja-. Los entrevistados decían que todo era muy barato en Andalucía, que el idioma no era un problema porque los españoles son muy hospitalarios y que aquí habían encontrado una vida más relajada y plena".

Read fue uno de los que se lanzó a la aventura. Hace 14 años dejó junto a su mujer, Cherry Jeffs, el estrés del Londres más urbano y se afincó un tiempo en Toledo, en Sevilla y luego en Almuñécar. En aquella época todavía se vivía del campo en la costa granadina, pero eso cambió. "Diariamente llegaban autobuses repletos de ingleses con grandes maletas dispuestos a quedarse a vivir y sin conocer una palabra de español ni de la historia o cultura del país en el que aterrizaban", dice Read. Su objetivo era emular a los protagonistas de su serie favorita: conseguir una casa a bajo precio en el campo, reformarla y dedicarse a la vida contemplativa con los ahorros o la pensión de jubilación.

"Se lanzaron a comprar casas rurales que estaban casi en ruinas y que ningún autóctono compraría", dice Luisa Rodríguez, agente inmobiliaria. Fueron los años del 'boom' de la construcción en los que se compraba y se vendía a destajo, pero a precios mucho más económicos de los que se imponían en el Reino Unido.

Las compañías de vuelo de bajo coste (como Ryanair) empezaron a operar en Málaga y Granada, y las inmobiliarias, extranjeras y españolas, vieron un filón en ellos. Algunas, como Owners Direct, les vendieron casas en Andalucía como churros. "Nosotros estuvimos a punto de comprar una en Almuñécar que, según el agente, estaba a dos kilómetros de la A-7, pero pedimos información y la autovía iba a pasar a 40 metros de la casa", cuenta Jeffs. Otro incluso intentó venderles una con un familiar octogenario que vivía en la planta de arriba. "Mi tío no os va a dar ruido", dice Cherry que les dijo el dueño.

Pero estos visitantes apenas tenían contacto con los lugareños. Como la mayoría se aislaba en el campo, no necesitaban involucrarse en la vida del pueblo y las incursiones en la civilización se limitaban a las compras de alimentos y las copas en un bar junto a miembros de su comunidad. Tras un par de años dedicados a la reforma y decoración de su nuevo hogar llegaba la cruda realidad, sin ocupación ni familiares o amigos, el aislamiento pesa.

"Intentan aprender español, pero como no tienen contacto con ellos acaban por cansarse", explica Nicholas Short, originario de Derbyshire (Midlands), que regenta desde hace siete años Viva-Vox, una de las academias de idiomas más demandada de Loja.

Desde 2003, han pasado de ser 40 los ingleses inscritos en el Registro Civil de Loja a 312, según el último censo, pero hace un par de años llegaban al medio millar. Nic llegó a este pueblo de la mano de un compatriota jubilado, Philip, que había montado un centro para dar clases de inglés y necesitaba ayuda para poner en marcha campamentos de verano de inmersión lingüística. No tenía ni idea de cómo era el Poniente Granadino, de España lo único que conocía era Madrid y Barcelona, pero era joven, su infancia la había pasado en México y en seguida se integró. "Un buen día Philip me dijo que se volvía al Reino Unido. La academia la había montado creyendo que sería una ocupación tranquila, pero un negocio requiere tiempo y no quería dedicar su jubilación a esto", dice Nic, que se hizo cargo del centro junto a su mujer y, de 30 alumnos, ha pasado a tener más de 250.

"Cuando llevan dos años viviendo aquí se desencantan -añade Paul-, ya el sol les parece insoportable en verano, las cosas no son tan baratas y no hay tantas oportunidades como pensaban. Así que empiezan por volver a Inglaterra por pequeños periodos, retoman sus contactos allí y acaban por retornar". Paul y Cherry huyeron de Almuñécar cuando el turismo copó su actividad y buscaron un pueblo donde el paso del tiempo no hubiera hecho tanta mella. Así fue como recalaron en Loja hace cinco años. Pero la experiencia les hizo dar nuevos pasos: se buscaron una casa en el centro del pueblo y apostaron por integrarse. Ahora él da clases de taichi en el Patronato Municipal y ella intercala su actividad como artista con las clases de yoga.

Su adaptación es total, hasta el punto de que han fundado una asociación que tiene ya 300 usuarios y que sirve de puente entre las dos comunidades. El creciente interés por aprender inglés entre los autóctonos está facilitando mucho la convivencia. Hay tres establecimientos en Loja regentados por ingleses que organizan intercambios: el pub Cilantro, el Quijote y el Continental.

Pero "tienen una gran falta de confianza en sí mismos para hablar, sobre todo los que sobrepasan los 50", afirma Cherry. Esta mujer expone sus obras en las principales galerías de Loja y ha notado cómo la crisis ha limitado la actividad cultural del pueblo.

Jackie Vincent-Thorte se hizo cargo de la cafetería Continental de Loja hace tres años. Además de servir el mejor té de toda la provincia, según muchos clientes, esta mujer ha logrado atraer a muchos compatriotas diseminados por Málaga y Granada. Vive plenamente integrada en el pueblo, de hecho su hijo es el único alumno inglés del colegio, y asegura que es "plenamente feliz".

Su primera incursión en España llegó a través de unos amigos que vivían en Algarinejo, a los que visitó en varias ocasiones por largas temporadas. En Londres ejercía de profesora de universidad, pero sus padres tenían un hotel y siempre albergó el deseo de montar un café. "Aquí la vida es muy familiar y tranquila", afirma.

Por su parte, Nic asegura que sus mejores amigos los tiene ya en Loja. En las últimas elecciones municipales incluso pudo votar, así que sigue muy de cerca la política de su pueblo. "La pena es que no podamos votar en las generales", añade este joven.

Sobre la sanidad española, afirma que no ha tenido aún necesidad de ser hospitalizado, pero con el nacimiento de sus dos hijos ha podido comprobar que funciona muy bien. "En comparación con Inglaterra, donde las listas de espera son interminables, esto está bien", afirma.

Lo mismo opina de la educación reglada pública. Nicholas estudió en Londres en colegios privados, porque el sistema federal no tiene buena reputación, pero aquí apuesta por el público. Sólo hay un aspecto que le llama poderosamente la atención: la forma como se enseñan en este país los idiomas. "Con la de horas que se le dedica al inglés en la escuela, el nivel de comprensión y de diálogo del alumnado es demasiado bajo", dice. "Tengo alumnos que con 18 años no saben construir ni una frase simple en inglés", apunta. Cree que el problema está en la falta de nivel del profesorado, deben ser ingleses los que lo impartan e incidir más en el lenguaje hablado.

Todos han notado cómo ha subido el nivel de vida en la última década, pero "aquí se vive mejor con menos dinero", dicen. Según ellos, en el Reino Unido necesitas por lo menos 40.000 libras (unos 50.000 euros) anuales para tirar.

A pesar de todo, el azote de la crisis ha acelerado la vuelta de muchos de ellos a su ciudad de origen. Las ayudas públicas mermaron y los ahorros peligraron con el estallido de la burbuja inmobiliaria, aunque ahora la devaluación del euro les ha dado un respiro y ya no tienen tanta prisa por volver a su país.

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