Granada

Los otros 'papás' de los niños infractores: GRUME

  • La Policía ha detenido a más de 130 menores desde enero El robo de móviles de última generación se ha convertido en el 'delito estrella' Los agentes han esclarecido más de 200 desapariciones voluntarias

Cuando un niño hace algo malo, sus padres le deben corregir para que aprenda que eso no se hace y no lo vuelva a repetir. Muchos de los menores infractores no dejan de ser niños, aunque sus edades (entre los 14 y los 17 años) los sitúen en la adolescencia y unos puedan ser más maduros que otros. La Policía es consciente de que gran parte de ellos son auténticos críos que han sobrepasado, una veces sin querer y otras queriendo, el límite de la travesura, o que se han descarrilado por sus circunstancias familiares, sociales o económicas.

Por eso, los agentes que se ocupan de investigar las infracciones que cometen los menores de edad en Granada esperan que la detención les sirva también de escarmiento, que el paso por el calabozo les haga ver las consecuencias que tiene un acto contrario a la ley, sin perjuicio de las medidas que luego, una vez instruido el asunto por la Fiscalía de Menores, adopte el juzgado para castigar su acción. "Creo que muchas veces nuestras detenciones pueden hacer una labor de prevención, porque hay ocasiones en las que los menores no son conscientes de lo que han hecho hasta que son citados en nuestras dependencias", indica el jefe del Grupo de Menores (GRUME) de Granada, Carlos Martín.

El GRUME, que depende orgánicamente de la Policía Nacional (pertenece a la Brigada Provincial de Policía Judicial) pero funcionalmente de la Fiscalía de Menores, tiene sus oficinas en el edificio donde están los dos Juzgados de Menores, que se hallan en la zona de Arabial.

Fue el primer Grupo de Menores que a nivel nacional arrancó con esta adscripción, la cual permite tener una relación muy directa tanto con las tres fiscales de Menores de Granada: Rosa Guerrero (delegada), María José Crespo y Cristina Escobar, como con los dos jueces de Menores de la capital: Emilio Calatayud y Francisco Maldonado. "Tenemos una relación con todos ellos muy fluida y muy coordinada, y estamos muy agradecidos por el trato que se nos dispensa", expresa el mando policial.

El grupo, creado en el año 2000, está integrado actualmente por siete personas. Junto al inspector Martín, que ocupa la Jefatura desde el pasado mes de marzo, hay otra inspectora (María José), dos oficiales (Nathan y Vanesa) y tres policías (Eva, Carlos y Carolina). Están perfectamente coordinados y se encargan de detener a los menores que cometen actos ilícitos en la ciudad o de dar con su paradero cuando desaparecen (en lo que va de año ya van más de 200 desapariciones y en todos los casos han sido voluntarias).

Pero no solo de eso. En los arrestos, que no se pueden prolongar más de 24 horas -en los adultos el máximo son 72-, estos agentes se convierten en una especie de 'papás' efímeros para muchos de los chavales, en tanto que su 'reprimenda' es siempre constructiva y orientada a que no vuelvan a cometer ninguna ilegalidad.

Desde que comenzó el año, más de 130 niños y niñas han sido detenidos por el GRUME, que recibe de 8 a 10 asuntos al día, entre denuncias de delitos y de fugas voluntarias. El nivel de denuncias se suele mantener durante el curso escolar y disminuye durante el período vacacional, "aunque no hay unos patrones fijos", matiza Martín.

El 'delito estrella' -el más común- es el robo con violencia de teléfonos de última generación. Ha habido otras épocas en las que han destacado en número las sustracciones de bicicletas, pero ahora son los móviles los que actúan de imán para los menores infractores. Hay otros ilícitos que en las estadísticas de la delincuencia juvenil local también brillan, como los hurtos y los delitos de lesiones.

El jefe del grupo, que antes de su nombramiento formó parte del Grupo de Estupefacientes de Granada, confiesa que es muy distinto trabajar con menores a hacerlo con mayores. "Desde que empecé a trabajar con ellos, me gratifica bastante ver que, como agente de policía, dentro de tu labor o función, tienes todavía una posibilidad o capacidad de ayudar a que ese menor pueda reorientar su vida, dadas las edades tan tempranas con las que trabajamos".

Él y sus agentes, cuando tienen a los chavales con ellos, ven en la gran mayoría "ese halo de nobleza e ingenuidad" que lleva aparejada la niñez. Martín da fe de que los niños se arrepienten muchísimo más que los adultos. "Son los menos los que no", dice. Cree además que "la gran mayoría se encarrila, a diferencia de los mayores de edad".

En cuanto a la cantidad y volumen de asuntos que lleva, el responsable policial confirma que los menores "dan trabajo". Son bastantes las competencias que el GRUME tiene, pues junto a las investigaciones "propias" que se abren por las denuncias que se cursan contra menores infractores, al estar adscrito a Fiscalía, el equipo tiene una dependencia funcional que conlleva la realización de otras gestiones relacionadas con los expedientes que tramita el Ministerio Público. Por ejemplo, averiguaciones de domicilio y paradero de menores, requisitorias judiciales de los juzgados de Menores, citaciones, custodias por modificación de medidas cautelares o filiaciones completas de los padres del menor o de sus tutores legales, de cara a hacer frente a las posibles responsabilidades civiles derivadas de sus conductas. "Tenemos un abanico muy amplio", advierte el inspector.

El GRUME posee un protocolo de actuación policial específico. Sus agentes trabajan de paisano y procuran utilizar un lenguaje que no sea agresivo, que sea adecuado a la edad del niño y que pueda ser comprendido por él sin dificultad. Actúan, además, con "empatía" y son, en muchas ocasiones, un poco psicólogos. "Ellos tienen que ver en ti no un enemigo, sino una persona que está para ayudarles".

Al igual que en el mundo de los adultos, hay chavales que son ya viejos conocidos del GRUME. Con los habituales se va forjando una relación más estrecha, pero en todos los casos está presidida por el respeto. Ni el jefe del grupo ni los demás agentes pierden de vista que esos chicos o chicas han cometido un ilícito y que ellos son policías, pero "al ser menores el trato es mucho más escrupuloso".

El momento de la detención es siempre delicado. No obstante, cuando se habla de la detención de un menor "puede sonar más la palabra en sí de lo que luego es". Los menores de edad, como aclara Martín, siempre comparecen junto con sus representantes legales, padres y madres, y se les informa delante de ellos. Las reacciones de los progenitores son diversas: hay quienes se sorprenden porque cuando se les cita desconocen el motivo y otros que acuden ya sabiendo lo que ha ocurrido porque el niño se ha sincerado previamente en casa.

Vanesa es oficial y, en su análisis sobre los delitos más frecuentes, resalta, junto a los ilícitos contra la propiedad, los malos tratos, que están aumentando en los últimos años. Las vejaciones e insultos son las infracciones más habituales en este ámbito, aunque también hay lesiones a los padres. "Son casos -explica- que se prolongan mucho en el tiempo, pues los padres tardan mucho en dar el paso y hacen todo lo que pueden hasta que ya llega un momento en el que vienen buscando una salida".

Carlos, otro policía del GRUME, asegura quelo primero que dicen los menores cuando se les detiene es "que ellos no han sido, no se inculpan", aunque luego, ya en dependencias policiales, "suelen reconocer los hechos" . En cuanto a los reincidentes, recuerda el caso de un chico que ha pasado ya por las oficinas de Arabial "siete veces", pero no es lo más común. Uno de los asuntos más graves que recuerda este agente es el de "una chica que mató a su bebé", aunque también ha habido violaciones o agresiones de entidad, "como la de una chica a la que le rompieron el bazo de una patada y estuvo a punto de morir".

María José, la otra inspectora del GRUME, es la que menos tiempo lleva en el equipo. Llegó a principios de octubre y es la primera vez que trabaja con menores infractores. Antes prestaba sus servicios en Vélez Málaga, coordinando Seguridad Ciudadana, y ha sido un cambio notable. "Mi trabajo anterior no tiene nada que ver con este. Es diferente, no es ni más ni menos complicado, lo que pasa es que ahora siempre tienes la perspectiva de que es un menor de edad y siempre observas una posibilidad de cambio. Ves que las medidas que se pueden poner pueden ser efectivas y servir para que el camino que ha iniciado como delincuente salga por otros extremos", manifiesta. Eva, otra de las policías, está convencida de que trabajar con el menor requiere "tener más psicología" y tratarlo "como un niño que es".

Las mejores armas de todos ellos son las virtudes que reflejan en su quehacer diario.

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