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Instrucciones para el otoño

Que los gustos populares están cambiando es una realidad que apenas necesita demostración. Lo prueba la transformación que atraviesa la música popular, cuyas fronteras -cada vez más eléctricas- coquetean con lo alternativo en un terremoto cultural en el que cuesta medir qué llegó antes: el cambio de gustos de una generación o el filón comercial avistado por la industria. El resultado es que los himnos que pueblan nuestras gargantas se vocean en clave de indie: contrariando el uso de un término originalmente contracultural o, tal vez, mostrando el lado más universal del género. En cualquier caso, festivales como el Alhambra Sound, que a lo largo de ayer celebró su tercera edición, suscriben la vigencia de la cuestión: un festival cuyo cartel ha crecido exponencialmente en tres años y que consagra a Granada como núcleo de peregrinaje de una nueva forma de entender el pop.

El concepto del festival era sencillo: doce horas de música sin interrupción para recibir alegremente al otoño. Y es que desde las 14:00 horas de ayer la feria de muestras de Armilla fue colonizada por grandes nombres de la música patria como Vetusta Morla, León Benavente o Lori Meyers. El cartel se dividió entre los escenarios Negrita e Inside con una distribución horaria que, sobre todo al final de la tarde, costó algún quebradero de cabeza a más de un asistente con cruces entre grupos como Vetusta Morla y Kakkmaddafakka o Lori Meyers y The Zombie Kids.

La mañana arrancó con los ganadores del concurso de bandas emergentes del Alhambra Sound: Genérica. Los sevillanos ofrecieron a los alhambeers un contundente repertorio de pop templado y ambiental que caldeó el ánimo entre el público, aún algo modesto en tamaño. Mientras tanto, el escenario Negrita se contagió del espíritu canalla de Sexy Zebras, que desde los elásticos estribillos de temas como Visitantes o Hasta el amanecer hicieron las delicias de los amantes del rock más bailable. Continuando una acertada progresión, el siguiente fue el turno de Neuman. Los murcianos se confirmaron como una de las propuestas con mayor personalidad ofreciendo al público lo mejor de su asimilación de sonidos noventeros y reminiscencias post-rockeras. El final de su actuación dio el relevo a Napoleón Solo: como estela del rock independiente facturado en la ciudad, los granadinos multiplicaron la asistencia del escenario Negrita al ritmo de sus enérgicos riffs y los pegadizos estribillos de Chica disco, su último trabajo. El medio tiempo de las melodías en castellano de Full contrapunteó un ambiente a punto de ebullición.

El folk sugerente de Jero Romero, antiguo líder de los Sunday Drivers, templó la tarde con sus tímidas pero poderosas melodías. Temas como Fue hoy o Correcto cargaron de complicidad el ambiente, revelando el enorme efecto de 'menos es más' de su propuesta acústica. León Benavente y la firmeza de su último trabajo terminó por empujar la caída del sol: tan contundente como desafiante, la banda presentó su pop ecléctico e irónico, respaldado por la figura de Abraham Boba. Por su parte, Izal, una de las bandas más esperadas del festival, confirmó la popularidad que goza en la actualidad multiplicando la euforia de los alhambeers del escenario Negrita. El grupo madrileño recorrió los temas más conocidos de sus dos últimos discos, con especial énfasis en Agujero de gusano, donde la voz de Mikel, líder de la banda, desplegó su más rabiosa singularidad. Los murcianos Second, por su parte, trajeron al escenario de Armilla la energía y los ecos electrónicos de su último trabajo, Montaña rusa.

Los platos más fuertes del festival se hicieron esperar. En torno a las diez de la noche llegó el turno de Vetusta Morla, que concentró a un público palpitante y sediento de las conmovedoras melodías de Pucho y compañía. La banda de Tres Cantos demostró que no ostenta por casualidad la corona del pop-rock español: su ingente dosis de entrega, profesionalidad e intensidad erizó la piel de los asistentes, que corearon a voz en grito las melodías de unos madrileños más que consagrados y conscientes de su condición. El grupo ofreció un repertorio emotivo y vibrante que, desde el inicio, prendió una mecha que mantuvo orgullosamente hasta el final, donde temas como Los días raros probaron lo épico de sus himnos. Paralelos a ellos, los noruegos Kakkmaddafakka colonizaron de diversión y energía el ánimo del escenario Inside. El espíritu febril y adolescente de las melodías de esta macro-banda tan irreverente como gamberra contagió irremediablemente al público, al que transportó a un estado total de epilepsia con temas como Restless, Your girl o Gangsta.

El broche de oro de la noche corrió a cargo de Lori Meyers. La banda granadina ya ha bautizado el sonido de una generación y lo demuestra, pulso a pulso, en cada acto. En un medido recorrido por lo más notable de todos sus trabajos, desde Viaje de estudios a Impronta, el grupo hizo las delicias de sus eufóricos e infatigables seguidores, que estallaron en estribillos como los de Emborracharme o Mi realidad. Esta efervescencia transcurrió paralela a la energía ofrecida por The Zombie Kids, cuyas dosis de electrónica salvaje hicieron temblar el escenario Negrita. Tras el concierto, las sesiones de Elyella Djs y Dani Less estiraron hasta lo indecible el espíritu de una noche llamada a decir adiós al verano y, precisamente por ello, a no acabar nunca.

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