El termómetro

ENRIQUE NOVI

El 'corto' de Loja

GRANADA lleva treinta años optando al primer puesto de provincia más olvidada y maltratada por todas las administraciones que tienen algo que decir, y mucho por lo que callar, en lo relativo a infraestructuras y comunicaciones. Eso lo saben hasta los chinos. Desde que tengo uso de razón, y estoy más cerca de los 50 que de los 40, vengo escuchando -y padeciendo- lo de la Autovía de la Costa, esa carretera que, estando activas la A-44 (antigua N-323) y su conexión con la radial A-4, convertiría a la costa granadina en la más cercana a Madrid… de estar terminada hasta su enlace con la A-7. La A-7, por cierto, que es la autopista que discurre por toda la costa mediterránea entre el Estrecho de Gibraltar y la frontera con Francia de la Junquera, salvo por unas decenas de kilómetros que pasan, justamente, por la costa granadina.

En mi juventud no lo hubiera creído, pues por entonces la simple proyección de algo llamado S. XXI nos sonaba a un futuro tan lejano, que ni siquiera teníamos la certeza de que aún existirían los coches como los conocíamos, pero ahora ya dudo de que algún día llegue a ver esa T convertida en autopista. La mala suerte y la coyuntura, por no decir directamente la inoperancia de nuestros representantes, ha querido que la historia se repita ahora con el Metro y con el AVE.

En primer lugar el Metro, que incluso si se terminara mañana, para muchos comerciantes ya arruinados del Camino de Ronda, ya llegaría tarde. Nacerá como un oprobio pues, fruto de la falta de previsión, ha supuesto una herida abierta en el vientre de la ciudad, que ha permanecido abandonada durante varios años para vergüenza de todos los granadinos. Qué otra cosa se puede sentir al pasar por una enorme zanja de varios kilómetros que partía Granada en dos, y comprobar un mes tras otro que no había nadie trabajando en ella. Me hace sentir añoranza de los viejos tranvías eléctricos. Esos que sí han sabido cuidar y mantener en ciudades como Lisboa, Viena, Budapest…

Tal vez seamos más modernos que ellos, pero, conociendo las chapuzas que son capaces de perpetrar los irresponsables que dirigen la cosa pública, cada vez que leo las declaraciones de unos y otros acerca del AVE, de la estación aquí o allá, de si será estación o apeadero, de si conectará con el Metro o la estación de autobuses, de si será soterrado o no, si habrá o no doble vía, lo único que me parece seguro es que la expresión "alta velocidad" será un sarcasmo.

Y no puedo evitar la añoranza por el Corto de Loja, aquel tren de pocos vagones que conectaba la capital con la zona occidental por la Vega hasta Loja y que desapareció en 1999. Habríamos ahorrado muchos millones y visto el panorama parece que hasta unos minutillos en conectar con la modernidad.

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