Quousque tamdem

luis Chacón

Un país de fábula

LA idea de que todos hemos vivido por encima de nuestras posibilidades se repite de un modo tan torticero que ya se oye pero no se escucha. A mí me enseñaron que cada uno es responsable de sus actos y la socialización de la culpa me deja un regusto añejo y sectario que daría risa si no fuera porque la realidad de millones de ciudadanos europeos no es precisamente jocosa. Aunque saquemos ingenio de la desesperación y veamos pancartas como la que exhibieron unos niños el pasado sábado en una manifestación contra la troika en Portugal: Prefiero caballo en la lasaña que burros en el gobierno.

Como en la fábula de Esopo que aprendimos en el colegio, el estado-cigarra se pasó cantando todo el verano de bonanza y se ha encontrado al llegar el invierno con la despensa vacía. Pero a diferencia de lo ocurrido en el cuento, no pide prestado a la sociedad-hormiga sino que le confisca el dinero a punta de Decreto que es mucho más eficiente para limpiar carteras que la navaja de carraca de José María el Tempranillo.

Si miramos atrás, vemos a ciudadanos que se hipotecaron para adquirir una vivienda. En muchos casos fue un error pero en puridad, usar los ingresos para adquirir patrimonio es una forma de ahorro. En cambio, las administraciones públicas se endeudaron para poner en marcha, ¿qué? ¿Televisiones gubernamentales, aeropuertos peatonales, obras faraónicas sin garantía de retorno, candidaturas olímpicas fallidas de antemano? ¿Quiénes son los responsables, las hormigas o la cigarra? Y lo peor es que se nos vende como un triunfo la reducción del déficit pero siguen gastándose nuestro dinero en los mismos caprichos ruinosos. Por tanto, es fácil prever que este año volveremos a tener déficit y entonces si no renuncian al dispendio, ¿qué van a quitarnos?

Los cambios en el desenlace de la fábula son de interés. Esopo hizo que la laboriosa hormiga se compadeciera de la cigarra calavera regalándole unos cuantos granos de arroz, aunque le advierte que debe ser previsora. Pero La Fontaine y Samaniego la recrearon con una visión más realista; la hormiga se niega a ayudarla porque sabe que su generosidad no conseguirá que cambie. A los ciudadanos nos pasa igual, tenemos la certeza de que no habrá cambio alguno en la forma de gestionar los fondos públicos de nuestros actuales dirigentes-cigarra. En fin, que vivimos en un país de fábula y nosotros debemos decidir el final y la moraleja.

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