Quousque tamdem

luis Chacón

¡Menos gestos!

HA querido ser la noticia de la semana. Por eso, el Palacio de la Zarzuela anunció a bombo y platillo la renuncia del rey al uso del yate Fortuna y coincidirán conmigo en que la reacción social ha sido unánime en demostrar la más absoluta indiferencia. No están los españoles en disposición de apreciar gestos vanos cuando necesitan ilusión y exigen soluciones. Como además y desgraciadamente para él, no parece que las condiciones físicas del monarca sean las adecuadas para navegar por las límpidas aguas baleares, la decisión responde más que a la austeridad, a la propaganda. La historia está llena de renuncias; unas simbólicas, otras ejemplares y la mayoría, como esta, inútiles. No cabe duda del simbolismo que tiene el hecho de que Francisco rehúse las lujosas vestiduras y sea por su cercanía, más párroco que Papa. Tan ejemplar fue que il poverello de Asís repudiara la comodidad de la riqueza familiar para abandonarse a la pobreza evangélica, como inútil para Luis XVI colocarse la escarapela tricolor en el sombrero. Al ciudadano de a pie no le parece una decisión muy dolorosa dejar de navegar en yate. Sobre todo cuando, tras cinco años de crisis, se sufren terribles dramas familiares nacidos de un paro que hunde en la desesperación a seis millones de personas, provoca que un millón de hogares carezcan de ingresos y colapsa servicios sociales y parroquias.

Hoy, los gestos ejemplares son los de los padres que renuncian a comer carne para que lo hagan sus niños; los de los abuelos que tras decenios de trabajo, en lugar de disfrutar del merecido descanso que debería proporcionarles su jubilación, dedican su magra pensión a ayudar a sus hijos y nietos a salir adelante; los de los miles de voluntarios que sustituyen a un estado ensimismado en su inacción social; los de los empresarios y trabajadores que se esfuerzan en sacar este país de la ruina mientras quienes dicen ser sus líderes se reúnen a buscar acuerdos que nunca encuentran o los de los millones de ciudadanos que, aunque desencantados de la política, siguen confiando en la democracia y la libertad como el camino a seguir y las únicas vías para alcanzar un futuro mejor. Los españoles desean menos gestos y más coraje. Por eso, dejar de usar el yate Fortuna no mejora la imagen de la monarquía y puede que haya conseguido lo contrario de lo que buscaba, la más absoluta indiferencia y el más atronador de los silencios.

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