Quousque tamdem

luis Chacón

La brevedad es el límite

SI como escribió Shakespeare, la brevedad es el alma del talento debemos colegir que en contra de lo que creíamos, en el Banco de España se carece de tan admirable virtud. Su tedioso Informe Anual resulta cantinflesco. Tanto circunloquio sólo busca ocultar la desvergüenza de quienes pretenden justificar cualquier barbaridad excusándose en la situación de emergencia económica nacional. Es triste concluir que las dos medidas recomendadas para crear empleo sean obviar los convenios y no respetar el salario mínimo; pretensión esta, tan zafia como indigna. Si realmente creen que el futuro se construye volviendo al pasado, deberían, sin reparo alguno, pedir la eliminación de los convenios para después suprimir las vacaciones y las bajas por enfermedad, accidente o maternidad, permitir el trabajo infantil y eliminar la jubilación. Incluso podemos bucear en la historia para abolir la Real Cédula de Carlos III que suprimió los oficios viles y retomar esa idea tan española de que trabajar no es propio de hidalgos. Aún se escuchan frases tan añejas como esa de pobre hombre, le fue tan mal que tuvo que ponerse a trabajar.

Algunos defienden que pagar por debajo del salario mínimo ayudará a reducir el desempleo juvenil y hasta hay quien aboga por la recuperación de los aprendices. Pero tras décadas de uso y abuso de la figura del becario, todos sabemos que la mayoría de ellos, además de madrugar, sólo aprendieron a fotocopiar y archivar. Lucrarse del trabajo de otro sin pagarle a cambio es propio de explotadores y caciques indecentes. Refleja un total desprecio por la dignidad humana y hacia quien, forzado por las circunstancias, se ve obligado a aceptar el abuso. La única diferencia económica entre un esclavo y un becario o un aprendiz es que la comida y la cama de estos no las paga el patrón sino su propia familia. La solución al gravísimo problema del paro no puede nacer del desprecio a la dignidad y a la libertad del ciudadano ni del descarado incumplimiento de las obligaciones. Y eso es lo que se nos propone; no pagar ni el magro salario mínimo y soslayar las cláusulas pactadas en convenio. ¿Dónde queda el honrado cumplimiento del compromiso adquirido que, en cambio, sí se exige al trabajador? ¿Vamos a sacrificarlo todo en aras del más burdo economicismo? Recordemos a tanto proponente de soluciones imaginativas, que sólo es buen predicador el que sigue sus propios preceptos.

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