Quousque tamdem

luis Chacón

La infanta enamorada

AH, el amor loco!, el parisino amour fou. ¡Cuántas bobadas se hacen por amor! Hasta una infanta de España se ve declarando ante el juez. Por amor, sólo por amor. La infanta, deslumbrada por el apuesto deportista, pierde el sentido de la realidad ante su tierna mirada. ¿Qué esposa sumisa no firmaría cualquier documento que pusiera ante sus ojos su adorado maridito? Todo fue por amor. Por eso pagaba aquí y allá y gastaba sin preguntarse el origen de tanta bonanza, ni mirar el céntimo, como hacen las familias normales. L'amour fou es así. Pero el malvado esposo la utiliza. Y oculta un turbio secreto del que el juez de duro corazón y sus pérfidos secuaces pretenden hacer responsable a la pobre princesa enamorada.

Bonito cuento. Propio de un Perrault posmoderno. También la pasión llevó al exilio a otra Cristina de Borbón, la viuda de Fernando VII. Aunque algo influyó que su segundo esposo, un apuesto sargento de la guardia, tan corrupto y codicioso como ella, se dedicara al tráfico de influencias tanto o más que al de esclavos.

La adoración por el hombre de su vida ha convertido a la infanta en imputada. ¡Pobrecita! Menos mal que aún hay quienes creen en el amor y se están batiendo por ella. Ahí está el presidente Rajoy que proclama proféticamente la principesca inocencia o el ímpetu con el que el gobierno, parte de la oposición y la fiscalía, intentan demostrarnos que no puede haber responsabilidad jurídica en quien es cegado por Cupido. ¿Es posible que el estado que muestra tan tierna comprensión hacia la enamorada torpeza de la infanta sea el mismo que aplica la norma fiscal con inusitada dureza a quien carece de rancio abolengo o amigos poderosos?

Si se aceptan los argumentos de la defensa nacerá la doctrina de l'amour fou y a todos nos hará inocentes. No va a haber en España un solo asesor fiscal sin una legión de fans enamorados, histéricos hasta el llanto adolescente. Seremos el paraíso de la fiscalidad irresponsable por amor. Y de la ignorancia, claro. Llevamos toda la vida oyendo que los hijos del rey son universitarios, hablan varios idiomas y están preparadísimos. Y ahora resulta que hemos tirado el dinero a la basura porque no hay formación capaz de neutralizar una pasión arrebatada.

Más que un cuento infantil, la historia es tan increíble y ridícula que da para una ópera bufa. ¡Señor, lo que haría Rossini con esto! ¿La infanta enamorada? Una obra maestra.

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