Quousque tamdem

luis Chacón

Utopía y caciquismo

LA Utopía de Tomas Moro presenta un país tan ideal como imposible. No sé si la archifamosa corrala sevillana de igual nombre pretendía crear un mundo perfecto o sólo buscaba solventar una serie de problemas personales y familiares derivados de la crisis económica. Creo más en lo segundo. Aunque es muy probable que los subvencionados vates de la revolución pendiente prefieran cantar en la próxima feria y a ritmo de sevillanas, que a la sombra de la Giralda, dio sus primeros pasitos, una utópica Corrala, creando un mundo feliz, a la orilla del Guadalquivir. Y olé. Porque al final, en esta Andalucía nuestra, todo se queda en nada y la crisis palaciega nacida por mor de la actitud caciquil de la Consejera de Vivienda es una prueba más de ello. Al ciudadano común, al contribuyente que paga sus impuestos, la escena mediático-revolucionaria de la entrega de llaves a unos ocupas le supo, lisa y llanamente, a enchufe.

El problema de la vivienda no se solventa a base de demagogias bolivarianas ni de medidas liberticidas y añejas más propias del castrismo de los peores años que de la Europa respetuosa con las libertades y el estado de derecho en la que la mayoría queremos vivir. Pero todo sigue igual y la crisis se cierra en falso. No hemos visto destituciones ni dimisiones. Ni se ejerce la autoridad con contundencia, ni se asumen, por dignidad y coherencia política, las consecuencias de una decisión a todas luces errónea.

Para una sociedad moderna es inadmisible que haya ciudadanos sin una vivienda digna. Pero también lo es el desprecio a la ley, la ocupación de una propiedad ajena, la lentitud judicial en la resolución de los conflictos, la impasibilidad de las autoridades ante la ilegalidad, la anteposición del interés político frente al cumplimiento de la norma y más, si la argamasa que une los sillares de ese edificio es el sempiterno caciquismo. No sirve de nada sustituir al señor marqués por el camarada alcalde si no erradicamos el mayor de los males que aqueja desde siempre a esta sociedad enferma de clientelismo. Si la revolución de la señora Cortés se limita a saltarse la ley para beneficiar a los suyos, hemos dedicado demasiado tiempo y esfuerzo para no movernos del sitio. Al final nos ha ocurrido lo mismo que al mejor de los marxistas - evidentemente, Groucho - cuando en Sopa de ganso sentenció: es la tercera vez que salgo hoy de casa y aún no he ido a ningún sitio.

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