La colmena

Magdalena Trillo

Mapas a ninguna parte

DICE José Carlos Rosales que escribir es como construir una habitación para que el lector coloque sus muebles, sus recuerdos, sus fronteras…

En su último poemario nos invita a transitar por los territorios como buzos incorregibles, por los físicos y por los anímicos, por los del tiempo y los del espacio, sin saber muy bien si vas o vienes, si es un aire revuelto y huracanado el que guía tus pasos o una brisa leve que nunca lograría agitar una bandera:

"El aire de los mapas depende del que mira y los que miran mapas ven más de lo que miran, a veces son capaces de saber el futuro, futuro imaginario, parecen quiromantes, imaginan países, movimientos de tropas o de nubes, el lugar donde estuvo la gloria falseada".

Siempre he pensado que con los poemas ocurre como con las canciones, como con el arte, nos los apropiamos, los reinventamos y decidimos su sentido y su significado como quien confecciona un traje a medida. Nosotros, los lectores, el público, y los sesudos críticos que publican kilos de papel diseccionando hasta el último suspiro del creador.

Y el aire de los mapas ha llegado a las librerías justo cuando cuatro millones de escoceses acudían a las urnas para decidir si cambiaban el suyo, si levantaban una frontera de las de verdad, con aduanas y aranceles, que volviera tangible esa otra invisible e imprecisa que llevaban trescientos años cruzando.

Me temo que estoy leyendo poesía 'contaminada' de política, de lecturas interesadas de la historia y de irresistibles cantos de sirenas... Los escoceses han dicho no y toda Europa ha respirado. En España el Gobierno de Rajoy ya tiene su coartada y el de Artur Mas, también. Todos ganan y todos pierden, como en las elecciones. Con una ingeniería de oratoria tan críptica y oportunista como la de los balances económicos, los presupuestos y los repartos de fondos autonómicos. Nadie lo entiende y todos ven lo que quieren ver.

Estoy segura de que al poeta granadino, cansado como se declara de "tanto fraude histórico y moral", jamás se le ocurriría conectar la pureza de sus mapas con esta época de falsificación y espectáculo en la que los políticos también se han lanzado a cruzar cualquiera frontera sumándose al infoentertainment como improvisados actores en un escenario que va de la sátira al ridículo. No sé si la llamada del líder socialista a Sálvame es valentía o despropósito, si es un símbolo de los nuevos tiempos o es un intento desesperado de ganar a ese Pablo Iglesias que todos denostan y todos parecen querer imitar en la resbaladiza arena del populismo.

En mi 'habitación', como ven, cabe la política y la poesía. Y la imaginación. Y, por qué no, el divertimento. Ese mismo que destila la última obra de Milan Kundera. Si lo recuerdan por La insoportable levedad del ser no dejen de leer La fiesta de la insignificancia; "porque la insignificancia, amigo mío, es la esencia de la existencia. Está con nosotros en todas partes y en todo momento…" Se lo podríamos recomendar al Artur Mas quiromante para que no se pierda en sus mapas de ficción y no nos arrastre, para que aprenda a reconocer la insignificancia y "a amarla en toda su evidencia, en toda su inocencia, en toda su belleza". Porque es otro personaje más atrapado en las nadas cotidianas de la comedia humana que construye el escritor checo para reírse de los tics de nuestra época y denunciar, también, el totalitarismo.

Hace mucho que lo escribió Albert Camus en El primer hombre: "Lo que los nacionalistas inesperados disputaban a las otras nacionalidades no eran el dominio del mundo o los privilegios del dinero, sino el privilegio sobre la servidumbre". Veo en su gran obra inconclusa un demoledor tratado sobre la búsqueda de la moral y la verdad desde la insignificancia pobreza: esa que sólo entiende de nombres comunes; esa que se une a la ignorancia y "vuelve la vida más dura"; esa que "no se elige pero puede conservarse" como una "fortaleza sin puente levadizo"; esa que hace de los hombres "seres sin nombre y sin pasado".

En la maleta que este verano llevé a Escocia iba el libro de Camus. Sobre sus palabras yo también he construido mi 'habitación'. Pero con las variaciones de este hoy de pobreza, de cuerpo y de espíritu, tan implacable la real como amarga la sentida, que apenas nos deja tiempo para darnos cuenta de que los mapas, a veces, no llevan a ningún sitio. De que los mapas, a veces, son faros sin luz que nos llevan al sitio equivocado.

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