Quosque tamdem

luis Chacón

Podemos, pero no queremos

INICIA Tolstoi su Ana Karenina escribiendo que todas las familias felices se parecen pero cada familia infeliz lo es a su manera. A los populismos, que no tienen ideología, les ocurre como a las familias felices, son todos iguales. Siempre nos prometen el paraíso, sea el del socialismo marxista, el del totalitarismo fascista, el del autoritarismo de turno, el del nacionalismo excluyente o cualquier otro más o menos radical que surgiera. Pero a los ciudadanos nos pasa como a las familias infelices, a cada uno nos preocupa una cosa. Que para eso somos seres libres dotados de raciocinio y decidimos cuáles son nuestros intereses, gustos y compañías y hasta por qué estamos dispuestos a sufrir y por qué no. Ya se sabe que el dolor es inevitable pero el sufrimiento es optativo. Y aunque haya cuestiones en las que coincidan los anhelos de muchos, cada casa es un mundo y lo que en una es signo de alegría en otra puede serlo de desolación.

No hay populismo sin su correspondiente archienemigo. Se abomina del capital, como podría hacerse del pueblo, la nobleza o la iglesia en la clásica división de la sociedad preindustrial. Pero hay que señalar un culpable. Si no, resulta difícil convencer a cualquier sociedad de que es necesario acabar con todo para inaugurar un nuevo orden. Porque otra característica fundamental del populismo es esa obsesión compulsiva que les lleva a derribar cualquier edificio constitucional preexistente para erigir su mundo feliz desde la nada. Pero la historia nos enseña cuánta razón tenía el gran Groucho Marx y como, una vez tras otra, partiendo de la nada alcanzamos las más altas cotas de la miseria.

Otra de sus ideas fuerza es definir la riqueza como algo estático, cuando todos sabemos que la riqueza se crea con el esfuerzo. En su visión, cualquier cosa de la que carezcamos estará en posesión de otros que, aplicando su apabullante lógica, nos la habrán robado. Aunque nunca hubiera sido nuestra y la hayan ganado honradamente. Es igual, la revolución carece de tiempo para perderlo en matices.

Y por último, no hay virtud alguna fuera de su círculo mágico. Las virtudes son gregarias y el destino ha de ser común. O no será. Así que los que creemos en el ser humano por encima de cualquier grupo y hacemos de la libertad individual el norte y guía de todo futuro común libremente aceptado, nos da igual si Podemos o no, lo que tenemos claro es que No Queremos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios