TRAS conocer a Robespierre, el conde de Mirabeau, más reformista que revolucionario, comentó: "Este joven cree en lo que dice y aseguro que llegará lejos". No erró el aristócrata en su predicción pues poco después y durante algo más de un año aquel joven abogado se convirtió en el amo de Francia. Dueño de grandes cualidades, comprometido con sus ideales, exigente con él antes que con nadie, hábil orador, y austero hasta el exceso, se ganó el sobrenombre de l'Incorruptible. Pero fue tan desmesurado su fervor por liquidar el Ancien régime y tal su radicalidad por alcanzar un mundo perfecto hecho a su propia imagen que acabó convirtiéndose en un fanático, en un sanguinario dictador y liderando esa triste etapa de la revolución francesa conocida simplemente como 'El Terror'.

Seamos sensatos, ni existen las sociedades ideales, ni los humanos perfectos. Pero si hay algo que podría acercarnos a ese estado de imposible perfección es la racionalidad y la asunción de nuestras propias limitaciones. Quizá por eso me empieza a resultar demasiado arriesgado y cansino el insistente autobombo que sobre todo en redes sociales, practican los líderes y simpatizantes de las nuevas formaciones políticas cuando se proclaman ante el electorado y de un modo casi obsesivo como candidaturas, partidos o movimientos, no ya incorruptibles sino que ni albergan, ni albergarán jamás entre ellos a un corrupto.

Lamento romperles la ilusión pero olvidan que no hay posibilidad de corromperse cuando el poder no es más que un objetivo, sea este legítimo o no. Distinto es cuando tras ganar unas elecciones se ostenta y surgen los conversos de última hora. Y no duden que ocurrirá, ya se sienten cerca. Un liviano repaso a la historia nos confirma que no ha existido un solo grupo humano capaz de evitar que apareciera, en algún momento, un corrupto entre los suyos. Las sociedades maduras y responsables son conscientes de esa realidad. Por eso no exigen imposibles. Les basta con que la reacción de un partido ante cualquier actitud poco ética o moralmente inaceptable sea inmediata y ejemplarizante. Porque para combatir el delito ya disponemos de policías, jueces y fiscales.

Sentenció Lord Acton que "el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente". Y si hay algo que atrae a los aventureros como la miel a las moscas, es la posibilidad de ejercer el poder y sobre todo, hacerlo suyo hasta detentarlo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios