MIENTRAS nos concienciábamos para el resto de citas electorales que nos esperaban en 2015, va Susana Díaz, se adelanta a todos y convoca las andaluzas a toda prisa a cuenta de una inestabilidad que solo parece ver ella. Efectivamente, el subterfugio de la inestabilidad no es más que una excusa que malamente logra tapar los intereses partidistas que han motivado la apresurada convocatoria. Con los presupuestos recién aprobados por los dos socios de gobierno para todo lo que quedaba de legislatura, difícilmente cuela la explicación oficial de la mandamás socialista. La verdad es que con el horizonte de incógnitas que nos deparan los próximos 12 meses todos toman posiciones y se retratan con sus actos mucho más que con sus declaraciones. Bueno, tal vez semejante afirmación no sea válida para todos, pues Moreno Bonilla, ese incauto desconocido que se prestó a liderar un partido cuyo liderazgo los demás rehuyeron cuando tomaron conciencia de que no iban a tocar poder autonómico -y por tanto no iban a manejar suntuosos presupuestos-, este Bonilla, digo, sí que se define con sus declaraciones. Veamos un ejemplo sacado de twitter. El 22 de diciembre de 2014 el de Nuevas Generaciones publica esto: @JuanMa_Moreno pide a @_susanadiaz que convoque elecciones y no alargue más "esta legislatura fallida". El 25 de enero, es decir, este pasado domingo, era el propio Moreno el que declaraba en su cuenta de twitter: el capricho de adelantar las elecciones para quitarle el sillón a P. Sánchez nos va costar a los andaluces millones de euros y más parálisis. Y el tío se queda tan ancho. Así las cosas, no es de extrañar que Díaz haya querido aprovechar la debilidad de su adversario popular y evitar que el previsible batacazo del partido a nivel nacional pudiera arrastrar incluso al aparentemente inagotable caladero de votos socialistas en Andalucía a una debacle, y de paso pillar con el paso cambiado a los de Podemos. El problema es que a algunos no se nos olvida el desprecio con que han tratado a los andaluces, propiciando que durante las dos últimas legislaturas hayamos sido gobernados por presidentes/as que no se presentaron al cargo sino por sus sustitutos/as designados a dedo. Y lo mal que huelen algunas prácticas, como, oh! coincidencia, que los tres diputados susceptibles de ser imputados por el caso de los ERE hayan pasado a formar parte de la diputación permanente de la Cámara, y asegurarse así el aforamiento. Como hicieron en Valencia Ricardo Costa y Yolanda García, que dilataron su dimisión hasta hace unas semanas para prolongar el proceso en el que están incursos. Luego se quejan de que les llamen casta.

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