DE las ruinas de la Europa devastada de la posguerra surgió la voz de un puñado de líderes idealistas que vieron la oportunidad y la necesidad de avanzar y crecer juntos tras siglos de banderías y enfrentamientos. Eran políticos experimentados y sabían que las grandes declaraciones, si no se concretan en realidades tangibles, se condenan a vagar por los pies de página de los libros de historia. Más aún, cuando se pretendía unir al principal agresor con varios países agredidos en la crudelísima guerra cuyas heridas aún estaban abiertas.

Por eso, la UE no nació de un vago sentimentalismo similar al trillado recurso iberoamericano sobre los 'países hermanos', ni de ningún dogma internacionalista al estilo del que abanderó el comunismo y que tanto dolor dejó. Es fruto de la negociación incansable, del latino do ut des -te doy para que tú me des-.

Esta bendita 'Europa de los mercaderes' que tanto se critica desde la izquierda anticapitalista y empobrecedora como desde el aldeano nacionalismo de derechas es imperfecta, pero ahí sigue setenta años después. Más viva y más joven que nunca, pues de sus debilidades -que otros organismos supranacionales ni llegan a sufrir pues mueren pronto- nace su fortaleza y su futuro. El motor de Europa es su capacidad de negociar y de buscar acuerdos razonablemente satisfactorios para todos.

El premier Tsipras debería saber que los socios no iban a admitir una imposición y mucho menos un chantaje. Su ministro Varoufakis pretendía emular el 'juego del gallina'; ese en el que dos vehículos avanzan enfrentados. Si ninguno se aparta, colisionan frontalmente pero quien gira, pierde. Así que si nadie lo hace, pierden ambos. Lo que los estrategas de Syriza no habían valorado es que ellos aceleraban un utilitario desvencijado y Europa conducía un tráiler.

Por eso, la actitud desafiante del nuevo gobierno griego se aplacó al mismo ritmo que su cerrazón acercaba a Grecia a un choque en el que sería la más perjudicada. El acuerdo del viernes aún debe concretarse pero siempre es mejor asumir costes que destruirse. Grecia debe modernizarse y reformar la obsoleta estructura de un estado ineficiente porque Europa no nació para mantener a ningún socio.

Pero lo más sensato de este acuerdo ha sido la frase lapidaria del ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble, que ha recordado al señor Tsipras y a todos sus imitadores que "gobernar es muy distinto de soñar".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios