El termómetro

ENRIQUE NOVI

Demolición controlada

ALGUNO de ustedes se acuerda de los casi mil muertos que engulló el Mediterráneo? Sí, ya sé que fue hace mucho tiempo. Concretamente el domingo pasado. Unos días antes otros 450 tuvieron la misma suerte, o mejor habría que decir la misma mala suerte. Y parece que han pasado mil años. En realidad la mala suerte no es que murieran, sino que fueran africanos pobres y que no los matara un grupo terrorista en Europa. ¿Se imaginan el rédito político que se les podría sacar a esos mil muertos si fueran pasajeros occidentales de cualquier medio de transporte? Un crucero, por ejemplo. Para que se hagan una idea, digamos que ETA, en sus más de cuarenta años de actividad armada llegó a lucir una cifra de víctimas muy similar a la de los africanos muertos en un solo día frente a las costas de Sicilia. Náuseas me producen las declaraciones del piadoso Jorge Fernández sobre la vigilancia de las fronteras el mismo día en que se produce la tragedia. Ni sus católicas creencias le permiten una mínima empatía. Ministro, sé que le costará, pero intente pensar en esa gente como si fueran personas, a ver si así desarrolla algo de humanidad y siente vergüenza por no esperar ni un solo día para ponerse en modo guardián carcelero. Como no tenemos vergüenza como sociedad, nos ha bastado el minuto de silencio guardado por los asistentes a la cumbre extraordinaria sobre inmigración que se celebró ayer. La Comisión guardó tres después del 11M. Mientras se producía ese minuto de silencio en Bruselas, ayer mismo, el gobierno español rechazaba que la misión europea asuma tareas de rescate al tiempo que decidía triplicar su aportación a la Operación Tritón, que lleva a cabo Frontex, la agencia europea de fronteras y que tiene como misión fundamental blindarlas. El Frontex tiene capacidad para detectar embarcaciones en cada palmo del Mediterráneo, pero ninguna para salvar las vidas de sus ocupantes. En Europa circulan libremente los capitales y las mercancías pero no hay sitio para los seres humanos que huyen de la guerra y el hambre, muchos de los cuales están supuestamente amparados por las leyes internacionales sobre refugiados que han firmado y que sin embargo contravienen sistemáticamente los países miembros. Nosotros, los ciudadanos, no somos más que los cómplices que los sustentamos con nuestro silencio. Había titulado este artículo 'Demolición Controlada' antes de ponerme a escribirlo, pensando en la inmolación suicida que parece haber iniciado el PP. No he podido resistir cambiar de tema, pero me niego a cambiar el titular, porque lo que estamos haciendo desde Europa es también una demolición controlada de los desheredados de África. Qué asco.

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