Quosque tamdem

luis Chacón

La reputación

CUENTA Plutarco en sus Vidas paralelas que Publio Clodio estaba tan enamorado de Pompeya, la esposa de César, que se disfrazó de tañedora de lira para acceder a su casa y disfrutar de la belleza de su amada. Como lo hizo durante la fiesta prohibida a los hombres de la Buena Diosa, fue condenado por sacrílego. A causa del escándalo y aún seguro de la honestidad de su esposa, César la repudió arguyendo que no basta que la mujer de César sea honesta; también ha de parecerlo. A diferencia de Pompeya, César nunca fue ejemplo de fidelidad conyugal pero jamás se aplicó su propia sentencia. La frase ha pasado a la posteridad como ejemplo de lo que debe exigirse a ciertas personas, sea por la posición social que ocupan o por sus propias circunstancias, aún cuando sea notoria su inocencia respecto de lo que se les acusa.

Decían los clásicos que vale más ser que parecer. Pero es demasiado habitual que se valoren más las apariencias que las esencias, convirtiendo la sociedad y los mercados en mundos de vicios privados y públicas virtudes. De un tiempo a esta parte, las empresas, como antes lo hicieron papas, reyes y líderes sociales, religiosos, políticos o sindicales, se han empeñado en trasladar a la sociedad una apariencia de respetabilidad que no siempre es coherente con su forma real de actuar, se refiera ésta al cumplimiento de las leyes, al trato dispensado a trabajadores, proveedores o clientes o a los medios que utilizan para obtener beneficios. El caso de Volkswagen ni es único ni es el más lacerante de todos pero es muy significativo. Si una empresa de ese tamaño se organiza para incumplir la ley y engañar a sus clientes de modo continuado y durante años, ¿qué confianza puede ofrecer al mercado? La misma que miles de instituciones y empresas que se presentan como lo que ni son, ni han sido, ni serán nunca. Ninguna. Sin embargo, es demasiado habitual seguir el camino fácil de la hipocresía; el reconocimiento comprado, los publirreportajes, las sonrisas forzadas y la mentira institucionalizada. En demasiadas ocasiones la imagen de empresa sólo es fruto de la publicidad, la propaganda y la credulidad del público.

Y lo más penoso de todo es que cumpliendo la ley y respetando las normas se obtienen beneficios, se gana la confianza del mercado y se ponen los cimientos de empresas respetadas que llegarán a centenarias. Se trata de saber elegir, seas empresario o cliente.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios