Mirada alrededor

juan José Ruiz Molinero

García Román y la voz de la Academia

LA dimisión de José García Román como director de la Real Academia de Bellas Artes de Granada -cargo que ha ostentado desde el año 2000, además de otros diez como secretario general- obliga, en estricta justicia, a fijarse en lo que ha representado la voz de esta corporación, en una ciudad acostumbrada a que las instituciones miren para otro lado ante los problemas culturales, patrimoniales, urbanísticos, artísticos o económicos, huérfana de proyectos e ideas, con escasos debates en profundidad. En este periodo se ha roto esa inercia y se ha incorporado, a veces como única valedora de un lugar con ilusiones, con sentido crítico y con iniciativas. En la brevedad de esta columna, sólo caben algunas referencias de la etapa más fructífera de la entidad en las últimas décadas.

Los concursos nacionales de Dibujo y Fotografía, el internacional Ex libris, los proyectos y debates -posteriormente publicados- sobre el Teatro de la Ópera, con su Centro Andaluz de Danza -que por cierto se llevó Sevilla-, el Museo de Arte que necesita la ciudad para albergar grandes exposiciones -como hace Málaga, con el Thyssen-, las conferencias y encuentros de destacadas figuras sobre la conservación del patrimonio, el futuro urbanístico, la crisis económica y los bienes culturales y otros grandes temas de actualidad, bien por sus reformas o su planteamiento de futuro -Palacio de Carlos V, Cuarto Real, yacimiento arqueológico de Los Mondragones, la conservación de las murallas, la importancia de la Vega, la centralidad de la estación de ferrocarriles, etc.-; la atención al mundo de la música, con la Academia Internacional de Órgano, el extraordinario concierto de la Orquesta Sinfónica de Málaga y varios coros en 2009, con obras de los académicos Juan Alfonso García, González Pastor y el propio García Román, que reunió más de 200 cantores en la Catedral; la celebración del 225 aniversario de la Academia en 2002 -entre cuyos académicos han figurado personalidades como Gómez Moreno, Manuel de Falla, Ángel Barrios, Torres Balbás, López Mezquita, Eduardo Carretero, Pita Andrade, etc,-; las medallas a las Bellas Artes y al Mérito son, entre otras actividades, una mínima muestra de un catálogo riquísimo de decisivas aportaciones que han convertido a la corporación en la voz más comprometida de la ciudad y su estructura cultural.

Desde esa posición avanzada y ambiciosa en la que se ha colocado la Real de Bellas Artes en esta etapa, creadora de ideas, esperemos que siga enriqueciendo y, sobre todo, rompiendo la quietud de una ciudad y muchas de sus instituciones claves que tan vergonzantes silencios han guardado en el desarrollo de Granada, no sólo como idea cultural, sino como plataforma económica y de futuro.

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