Quosque tamdem

luis Chacón

Pedro y el fado

AMBICIONAR el poder es tan legítimo como despreciarlo. Pero buscarlo a cualquier precio suele ocultar megalomanía, temeridad, desconocimiento o inmadurez. El viaje a Lisboa de Pedro Sánchez demuestra que al bisoño líder socialista le falta aguante o le sobra urgencia. Si lo primero es malo, pues dominarse es necesario en política, lo segundo es aún peor, pues las prisas son malas compañeras, fruto de la impulsividad y muestra de imprevisión. Es ridículo que quien ambiciona la presidencia del gobierno, antes de constituirse las Cortes y en plenas vacaciones de Navidad, se haya plantado en Lisboa para buscar justificación internacional a una coalición tan difícil como inexistente y que aunque él la denomina progresista, dados los programas políticos de algunos de sus posibles integrantes, nos traería, más que progreso, estatismo, nacionalizaciones, intervencionismo, pobreza, recorte de libertades y sobre todo, demagogia. Distinto sería que una vez garantizada la mayoría necesaria, el señor Sánchez se hubiera paseado por Chiado del brazo de su, en ese caso, homólogo portugués. Pero no hagamos historia ficción y centrémonos en el análisis.

Portugal y España, esos dos siameses unidos por la espalda, viven situaciones políticas muy diferentes. No cabe duda de que el gobierno de António Costa está muy escorado a la izquierda. Desde la Revolución de los Claveles, el comunismo portugués se ha caracterizado por ser el más radical y sovietista de toda Europa Occidental y el Bloco de Esquerda no le anda a la zaga en su defensa del más rancio y superado marxismo. Pero al gobierno Costa le sostiene la mayoría absoluta de la Asamblea Nacional, algo difícil de obtener en Madrid sin sumar independentistas de diverso cuño. Y sobre todo, nadie cuestiona la unidad de Portugal, algo que no está nada claro entre las formaciones que se suman a Podemos en Cataluña, Galicia y Valencia. Guste o no al señor Sánchez, si no hay un acuerdo que pivote sobre el centro político, la decisión quedará en manos de los partidos separatistas y esa responsabilidad como la de ir a elecciones anticipadas, será sólo suya.

No sé si la cara de melancolía de Pedro Sánchez tras la reunión con el premier Costa la provocó la soledad en que le dejó su conmilitón o el aroma a fado - ese lamento que se canta - tan propio de Lisboa. Lo que si espero es que el sueño de Sánchez no se convierta en la pesadilla de España.

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