Quosque tamdem

luis Chacón

El síndrome Urkel

POCO después de conocerse el resultado del referéndum, Nigel Farage, uno de los líderes del Brexit, reconocía en televisión que el manido dato de los 350 millones de Libras de coste semanal de la UE -versión british del catalanista Espanya ens roba-, era sencillamente falso. A su vez, el estrafalario exalcalde de Londres, Boris Johnson, cuyo único objetivo es desbancar al primer ministro Cameron, enemigo desde los tiempos de Oxford, también dejó claro que algunas de las grandes promesas de campaña son imposibles de cumplir.

Hay políticos a quienes sólo les importa alcanzar el poder. Y uno de los modos más fáciles de hacerlo es negar carácter democrático al parlamentarismo para darlo al asamblearismo y al referéndum. La soberanía popular no da la sabiduría, ni el conocimiento de cuestiones complejas. Igual que cualquier ciudadano normal preferiría, ante una decisión quirúrgica, seguir la opinión de su médico antes que convocar una votación entre familiares y amigos profanos a la medicina, desoír a los expertos económicos, como han pedido y conseguido los líderes del Brexit, no parece sensato.

Un referéndum exige contestar SI o NO a una compleja batería de cuestiones que en muchos casos no han sido explicadas convenientemente. Lógicamente, un planteamiento tan simplista resulta beneficioso para el pueril discurso populista en el que, como en cualquier libro de autoayuda, el paro se arregla pensando positivamente y el déficit es una cuestión de voluntad política. A diferencia del parlamentarismo, el referéndum es un juego de órdago en el que uno gana todo aunque su apoyo sea casi idéntico al del perdedor que además, queda inhabilitado para negociar una vez iniciado el escrutinio. Pero tampoco olvidemos la responsabilidad del elector que debería desligar su voto del rechazo a unos u otros porque el político objeto de sus iras, en este caso Cameron, habrá desaparecido del mapa mucho antes que las consecuencias negativas de la decisión tomada.

Quizá por todo ello, el parlamento de Westminster ha recibido en sólo un par de días más de tres millones de firmas solicitando un nuevo referéndum con condiciones más estrictas y claras. El problema es que las consecuencias de la decisión están ahí y ya veremos si pueden reconducirse. Estos votantes arrepentidos recuerdan al Steve Urkel de Cosas de Casa que cada vez que provocaba un desastre preguntaba con cara angelical: ¿He sido yo?

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