Monticello
Víctor J. Vázquez
Un triunfo póstumo
Mirada alrededor
Sabíamos que Sánchez no iba a dejar el poder, su obsesión desde que llegó a él, cualquiera que fuese el precio por mantenerlo. La farsa de la meditación de los cinco días sólo preocupaba al sanchismo que sin su líder no era nada. Había absorbido de tal forma al PSOE que sin su‘puto amo’, como lo definió el ministro Óscar Puente, estarían caducados, de ahí el nerviosismo y hasta el histerismo de muchos miembros de su gabinete, como la vicepresidenta Montero. Respiraron cuando don Pedro, tras su farsa bananera, reafirmó su continuidad, pero abriendo las puertas a un peligroso caudillismo para eliminar lo que considere contrario a su régimen.
Bajo la idea de ‘regenerar la democracia’ mezcla ideas tan peligrosas como controlar el poder judicial –pilar de un Estado de Derecho–, recortar la libertad de expresión y manipular sindicatos, como se demostró el pasado 1 de mayo en Madrid, con nutrida presencia ministerial y UGT y CC.OO uniendo sus voces a los eslóganes gubernamentales, cosa nunca vista en lo que se supone independiente defensa de los intereses de los trabajadores. Se quiere hacer olvidar a la sociedad que quién más ha contribuido a ‘degenerar’ la democracia no puede ‘regenerarla’. Tampoco si lo que se persigue con un hipotético control de medios, prensa, periodistas, etc. es eliminar los engaños y la falta a la verdad, enemiga de la honesta información, el primero a censurar sería al señor Sánchez, porque nadie en este país ha mentido más, ha propagado bulos y ha engañado con tanta desfachatez a los ciudadanos. Las hemerotecas están a la mano para recordar estas formas de hacer política.
Ha esgrimido una conjura contra su persona –que cínicamente se considera el defensor de la democracia– de jueces, periodistas y oposición con algo parecido a lo que en tiempos del franquismo los jerarcas del régimen llamaban “conspiración judeo-masónica”. Ahora la conspiración se llama derecha y ultraderecha, metiendo en este saco injusto, a todos los que no lo alaben y reverencien, incluyendo a veteranos socialistas.
Pedro nunca ha pensado irse. Tiene los medios de propaganda que quiera a su disposición. Todo ha sido otra de sus farsas, pensando en una ciudadanía aletargada a la que dirigir una ridícula epístola para hacerle creer que todo lo hace por amor a su esposa –cosa de alabar– y al resto de ciudadanos. Este bulo sí es difícil de digerir. Estaremos atentos a esta deriva bananera, ante la posibilidad de que bajo la idea de “regenerar la democracia” lo que se regenere –es decir, se saque de las fosas del franquismo, que tanto le gusta remover– sea la ‘democracia orgánica’.
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