Quosque tamdem

Luis Chacón

El rey pasmado

VIVIMOS sin gobierno. Derrochamos urnas y debates de investidura a igual ritmo que un heredero crápula dilapidaría su fortuna en el Casino de Montecarlo. Lo aceptamos con el mismo aristocrático desdén que una princesa de cuento contemplaría, desde la más alta torre del castillo, las fétidas ciénagas de un lodazal pantanoso. Y cada día que pasa, el bloqueo institucional se consolida y nos conduce a unas terceras elecciones en el día de Navidad. Aunque puede que los cuatro señores en los que -no sé muy bien porqué- hemos depositado nuestra confianza lleguen a un acuerdo para votar una semana antes.

Vivimos sin gobierno. El rey se va a Nueva York -aunque no sea una Nochebuena ni brinde por España con vino español- y ante la Asamblea de la ONU pronuncia un discurso que hubiera tenido más sentido hacerlo en Madrid y a ser posible, en Palacio. Pues de qué sirve anunciar al mundo que seremos capaces de superar esta situación cuando todos sabemos que el tiempo sólo corre a favor de una nueva convocatoria electoral. Es demasiado extraño escuchar al rey dirigiéndose a los líderes políticos desde el otro lado del Atlántico cuando puede citarlos en Zarzuela cualquier mañana.

Vivimos sin gobierno. Si los culpables de esta situación son los líderes de los cuatro principales partidos, no debemos olvidar que es el rey quien decide proponer candidato al Congreso. Y no es concebible que en las dos últimas ocasiones lo haya hecho a sabiendas o al menos, con la certeza moral, de que le sería imposible obtener la confianza de la cámara. Si el rey no quiere traspasar sus funciones constitucionales exigiendo a los líderes políticos que alcancen un acuerdo de gobierno, podría, cuando menos, no proponer candidatos sin posibilidad alguna de ser elegidos. Los dos insufribles debates de investidura perpetrados en este año, sólo han servido para poner en marcha el reloj de la siguiente convocatoria electoral. Y no hay necesidad de repetir elecciones cuando los ciudadanos han dejado claras sus preferencias.

Vivimos sin gobierno. Los líderes políticos siguen empeñados en presidir gabinetes tan fútiles como una pompa de jabón, antes que en gobernar España. Y en palacio, un rey pasmado que no sabe qué hacer con la reata de políticos que nos ha tocado en suerte confunde el aséptico respeto al texto de la norma con el cumplimiento efectivo del papel moderador que le reserva la Constitución.

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