Señales de humo

José Ignacio Lapido

Pareja rota

Alo largo de lo años han sido muchas las parejas de cómicos que nos han hecho reír. O llorar, que de todo ha habido. Desde el Gordo y el Flaco, fíjense si ha llovido. En la España de la televisión en blanco y negro Tip y Coll pusieron el listón muy alto, y pocos de los que han venido después se han acercado a la genialidad de su humor de inspiración surrealista. En aquellos tiempos de canal único también saltaron a la fama inefables dúos como los Hermanos Calatrava, que buscaban con más pena que gloria nuestra sonrisa en las tardes de domingo del franquismo crepuscular. Ya con la tele en color y con la democracia -ambas cosas llegaron unidas-, despuntaron Martes y Trece, y tras ellos un sin fin de imitadores, casi todos ellos perfectamente olvidables.

En política las parejas también han hecho fortuna. Como en el circo, estos dúos funcionan mejor cuando se juntan dos adversarios. Un clown necesita de la figura del augusto para que la comicidad fluya: uno da la bofetada y otro la recibe. Y todos nos reímos. Cuando Felipe González se deshizo de Alfonso Guerra, que es un tipo muy ocurrente, se le agrió el gesto y se vio obligado a emparejase con su oponente. El "váyase señor González" de Aznar podría compararse en su inanidad repetitiva a aquella estúpida coletilla del dúo Sacapuntas: "veintidós, veintidós, veintidós..."

En Andalucía hemos asistido estos días a la disolución de una pareja de cómicos que llevaba quince en el candelero, el sin par dúo de campeones de la humorada en clave política: Chaves y Arenas. ¿Las causas de la ruptura? Las habituales en el gremio: uno de los componentes, el más calvo, ha encontrado acomodo en una cadena de cobertura nacional. También es cierto que no daban más de sí. Todos sus gags estaban ya muy vistos. Arenas había recibido el tartazo de merengue en el 94, en el 96 y en 2008. Tenía ganas de un cuarto sartenazo pero su partenaire lo ha dejado sólo y es ahora cuando comprobamos que sus sketches son malos, muy malos: pide elecciones anticipadas y le niega legitimidad a Griñán. De seguir en esa línea de humor patético pronto lo veremos arrastrarse por las ferias de pueblo o en la troupe de fracasados de Manolita Chen.

En cualquier caso, la despedida de Manuel Chaves -casi una huída nocturna- no ha podido ser más triste. Nadie le ha pedido un bis, nadie se ha levantado de su asiento a aplaudir. Me ha recordado al legendario payaso catalán Charlie Rivel, que hacía reír llorando, porque envueltos en un paño de lágrimas nos ha dejado, y no precisamente porque se haya ido en Semana Santa, sino porque deja un "realidad nacional" con un millón de parados. ¿Humor negro?

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