Economía

Los mercados avisan otra vez a España y la prima de riesgo se vuelve a disparar

  • El presidente del BBVA, Francisco González, advierte que cada 100 puntos de diferencial le cuestan 12.400 millones al Tesoro

Los mercados son como perros de presa, feroces y tercos. Empeñados como están en hincarle el diente a la economía española, ayer lanzaron el enésimo aviso, el más duro desde enero, con una prima de riesgo desbocada, 260 puntos básicos respecto al bund alemán, que encarece nuevamente el coste de la deuda española y dispara las alarmas y las ya habituales comparativas con la europeriferia, no siempre fundadas desde una perspectiva estrictamente cuantitativa. Grecia, que también sufrió un día de perros, eleva su agujero con el bono germano hasta los 1.441 puntos, mientras Portugal cerraba en 783. Italia, que es un patrón mucho más fidedigno por tamaño e influencia, rondó los 190 puntos.

Para que se hagan una idea: cada 100 puntos básicos extra suponen un coste adicional de 12.400 millones, el 1,2% del PIB, una cantidad que "permitiría financiar con creces las inversiones en infraestructuras previstas para 2011 y que crearía además 160.000 puestos de trabajo", según el presidente del BBVA, Francisco González, quien aprovechó su decimosexta presencia en los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo para hablar sin demasiados tapujos sobre la situación macroeconómica española. "Para nuestros acreedores, España sigue siendo motivo de preocupación; por eso la prima de riesgo sigue en niveles muy elevados con los que no podemos conformarnos porque así limitamos nuestro crecimiento y bloqueamos la creación de empleo". ¿Lo ideal? "Treinta puntos básicos de diferencial".

González no tuvo inconveniente en mostrarse durísimo pese a compartir mesa con el ministro de Fomento, José Blanco, paisano pero no por ello colega. Atacó la tibieza reformista del Gobierno tanto en la laboral como en la negociación colectiva, criticó la lentitud con que se completa el saneamiento del sistema financiero, "donde no caben soluciones pequeñas a grandes problemas", y exigió al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, "que anteponga los intereses generales a los individuales". "La economía española -sentenció- es una economía en transición que, salvo excepciones, no tiene ventajas de eficiencia y no ha logrado todavía las mejoras de productividad de las más desarrolladas". La contundencia de González se transforma en hábil ambigüedad cuando toca mentar el negocio. Hubo balones fuera de todos los colores y tamaños cuando se le interrogó sobre las novias cajísticas del BBVA (la CAM, Novacaixagalicia), aunque siempre con un corolario cristalino: "Cuando una entidad no acepta cerrar una operación, por algo será". Tampoco se mojó (hoy no toca, que diría Pujol) respecto a la conveniencia de un adelanto electoral.

Quizás para compensar unos pasajes iniciales cargados de bilis, González añadió una pizca de optimismo cuando habló de un país "con una posición geopolítica envidiable (…), multinacionales en sectores importantes y de futuro (llegó a citar al Santander) y una economía internacionalizada" perfectamente situada en Latinoamérica y con el machete del emprendedor en Asia funcionando a todo trapo. "España tiene mucho recorrido para mejorar su productividad y competitividad, y una población extraordinaria, con capacidad de trabajo y dispuesta a asumir los sacrificios para conseguirlo", animó. El máximo responsable del BBVA pidió al Ejecutivo un plan estratégico de modernización y (otra vez) competitividad para afrontar "inmediatamente" los retos pendientes.

Si González es un B-52, Blanco es una avioneta acrobática. Primero concedió que todos los gobiernos españoles han de hacer un ejercicio de autocrítica por no haber sabido anticiparse al Gran Batacazo, pero acto seguido abusó del panegírico y la ofrenda floral al recordar los logros sin parangón de la primera legislatura de Zapatero, "con cuatro superávits consecutivos y tasas de paro comparables a las de la mejor Europa". En este segundo mandato, afirmó el ministro, el Gobierno pone los cimientos de la España 3.0, la que saldrá fortalecida de la crisis. Nadie, y citó a los EEUU de los años 20, hizo las reformas cuando tocaba sino cuando la realidad impuso su viscoso manto de penurias. "Estamos haciendo la primera reforma de gran calado del siglo XXI", proclamó antes de arrancar con el capítulo más doméstico, el del mapa estratégico de Fomento, basado en dos ejes: un menor ritmo inversor como consecuencia "de las necesidades de conservación de una red de infraestructuras creciente" y una potenciación de los "ámbitos más descuidados" en los últimos tiempos, es decir, el transporte de mercancías portuario y ferroviario.

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