El Rocío

"Que no nos falte de ná" para afrontar la dureza del camino

  • El Cerro de los Ánsares cambia por unas horas su solemne serenidad de milenios para dejar entrar a gente a pie, a caballo o en sus todoterrenos

Once de la mañana y la pregunta, pese a que a cualquiera podría chocarle, es de lo más normal aquí ¿quieres una galera?. Así de rotundo y más cuando justo a veinte metros empezaba la misa sobre las arenas de Los Ánsares. Un poco más allá, un grupo en su carriola no paraba de cantar y sin aún alcanzar el mediodía, un tambor rociero marcaba el compás en otra reunión; eso sí, a una prudente distancia para no molestar y ofreciendo un sonido de 'fondo' como una banda sonora que no puede faltar en esto.

Entre tanto, el prelado jerezano llamaba a la defensa de la fe y del ser cristiano en una encendida homilía a los rocieros que hicieron el redondel junto al altar de camino, unos a pie y otros a caballo.

En las dunas se veía el perfil de gente subiendo o bajando, ya fuera por dar un paseo o por buscar la intimidad de un matorral de los escasos que adornan los arenales, para aliviar la vejiga. Son las cosas del Rocío y del camino, donde lo anormal es lo cotidiano; donde tomar una copa tras el desayuno forma parte de la liturgia de la puesta marcha y donde la convivencia es la norma fundamental para entender lo mucho o poco que se comparte.

A estas alturas las ocurrencias o las tonterías de 'ange' están a la orden del día, como mantener una discusión entre un jinete y su caballo, el primero pidiéndole al animal su Facebook, ante lo cual la opciòn fue darle al corcel su número de movil por si acaso las cosas se tuercen, una dialéctica evidentemente regada con muchas horas de Tío Pepe, las mismas que soporta el que busca un cajero o un estanco. O que se reivindique que el asfaltado del sendero para hacerlo más fácil.

En fin que las ocurrencias saltan como más explícitas esas otras que se ven como el singular acompañante de Luis Arriaza en su coche, un Niño Jesús, de la factoría de Olot de toda la vida, vestido de romero con su tambor y su media en el otro brazo.

El Cerro en romería y cuando Jerez lo alcanza es para hacer su misa. El Cerro cambia por unas horas su solemne serenidad de rotunda fortaleza y de esa constancia de milenios de evolución para dejar entrar a gente a pie, a caballo o en vehículos. Y en esa libertad, cada uno hace su vida ya sea en el recogimiento de la oración ante la invitación de la misa o a su aire. Los Ánsares no es como la Marismilla que queda a tiro de piedra de Sanlúcar y hace posible la visita rápida. Esto está mucho más adentro y para llegar hay que superar kilómetros de difíciles caminos. Termina la misa y ya las medias botellas aparecen, muy frías y acompañadas por algo para tapear antes de ponerse de nuevo en marcha. Más galeras y gambas con algo de jamón, que sirve para ir haciendo el cuerpo de cara al almuerzo para el que se programa el menú. El arroz con lo que sea o la sopa de tomate, que este año está de última, aunque también está la opciòn más contundente del menudo, son las opciones que se manejan. Algún protector para el estómago y a seguir

Los Ánsares fue también ayer escenario de un momentos especial, cuando monseñor José Mazuelos recibió la medalla de la hermandad de Jerez en el transcurso de la misa. Esta segunda Eucaristía en Doñana fue especialmente emotiva para el prelado, que tenia ganas de vivir ese momento con los rocieros. Tanto fue así que para años próximos se comprometió a volver y fijó este lugar y esta misa como la que servirá para renovar los votos matrimoniales, como sucedió ayer con tres parejas que así lo hicieron al término de la misa. La buena gente de Voces de la Ina, cantores por sevillanas desde hace muchos años, se ocupó de cantar la Eucaristía con sus inigualables voces y con esas letras que llaman a la emoción del romero. José Mazuelos pidió en su homilía por la valentía del rociero ante la sociedad como cristiano.

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