JUANCHO MARQUÉS | MÚSICO

Juancho Marqués: "El éxito de una canción depende de 15 segundos en Tik Tok"

El músico Juancho Marqués (Sevilla, 1987).

El músico Juancho Marqués (Sevilla, 1987). / M. G.

Aunque haya crecido en el municipio madrileño de Aranjuez, el rapero Juancho Marqués (Sevilla, 1987) siente Andalucía como parte de su ADN. No sólo porque maduró –musicalmente hablando– escuchando a Sfdk o Tote King, sino porque se ha atrevido a mezclar el género urbano que abandera con el flamenco de María José Llergo o el de Fuel Fandango. Confiesa estar preparando un disco, que llevará el nombre de Canciones sin videoclip, en el que las letras serán prioritarias sobre cualquier otro aspecto. Todo un hito si se tiene en cuenta que las canciones que ocupan los primeros puestos carecen de contenido. Esta noche actuará en la Sala Custom (Sevilla).

–No sabía que era de Sevilla...una buena escuela para el rap nacional.

–Sin duda. A ver, soy de Sevilla, de Reina Mercedes, pero cuando nací nos mudamos a Aranjuez.

–¿Hay algo en su música que beba de Andalucía?

–Tengo mucha relación con Sevilla y con Málaga, porque tengo familia en ambos sitios. Me he criado entre andaluces. De hecho, cuando era pequeño usaba palabras como buchito o fatiga, que no se dicen en Madrid y no me entendían.

–Por razones obvias se ha movido más en la escena musical madrileña, ¿qué tiene de diferente respecto a la sureña?

–La verdad es que durante toda mi adolescencia, la escuela andaluza fue la que más me influyó. Tote King, Juaninacka o Sfdk. La idiosincrasia es distinta, aunque es cierto tengo muy interiorizada esta forma de contar las cosas. Una cosa que me parece genial del acento andaluz es la facilidad para acortar las palabras. El castellano presenta más hándicaps a la hora de rimar o de fluir.

–¿Qué recuerda de esa época en la que empezó a despegar junto a artistas como Crema –ahora C. Tangana– o Natos y Waor?

–Pues los primeros pasos los di solo en Aranjuez, sin nadie. Después empecé a rapear en la calle y a conocer gente. Mi primer momento en la escena fue en 2011 con mi grupo Suite Soprano. En esa época, coincidimos con Natos y Waor o Recycled J y empezamos a organizar conciertos juntos de forma espontánea. Hemos crecido unidos y es bonito ver cómo hecho nuestras carreras, hemos seguido siendo amigos, hemos hechos colaboraciones y nos apoyamos. Ha sido un crecimiento muy bonito al haberlo compartido.

–¿Por qué disolvieron Suite Soprano en plena cresta de la ola?

–Fue algo natural. Primero por una razón geográfica, porque cada uno vivía en un sitio. Y también por aspiraciones artísticas. Tenía ganas de moverme en otros sonidos, explorar cosas en solitario y juntarme con otras personas. Al final, siempre hemos mantenido el contacto y hemos seguido haciendo cosas juntos. Sule –el otro rapero que formaba parte del grupo– ha seguido apareciendo en mis discos, pero cada uno ha tomado su camino. Me siento más cómodo llevando las riendas de mi propia carrera. Cuando trabajas en grupo es más difícil ponerte de acuerdo en cosas artísticas. Entonces fue algo natural.

–A pesar de que fuera algo natural, estaban en su mejor momento.

–Totalmente. Pasé de tocar para miles de personas a hacerlo para 40. Pero es algo de lo que me siento orgulloso, porque dice mucho el haber renunciado a algo cuantitativamente interesante por intentar buscar una felicidad personal. Cuando empecé la gira en solitario venía muy poca gente, incluso me planteé dejar la música y buscar otro trabajo. Pero luchando, me ha ido mejor en solitario que con el propio grupo en ese momento. Por hacer las cosas de corazón.

–¿Cómo vivió el pasar de llenar grandes espacios a dar conciertos en salas más modestas?

–Pues las primeras dos semanas estuve muy triste. Después me cambió el chip y pensé que tenía mucha suerte, porque aunque fueran 50 u 80 personas las que venían, estaban valorando mi trabajo y ya es más de lo que tiene mucha gente. Tengo mucho respeto al público y fue un gran aprendizaje. Actualmente me hace valorar a cada persona que compra una entrada para verme.

–La música urbana era un género de nicho, ¿qué ha pasado?

–Se ha convertido en el nuevo pop. Es verdad que era una música de nicho, pero se preveía un crecimiento. Lo que nadie imaginaba es que sería tan exponencial. Influye el vivir en un mundo globalizado en el que la música urbana se ha mezclado con otros géneros y no hay una unicidad de estilos. Ha ocurrido lo mismo que pasó en otras épocas con el rock o con el jazz. Ahora tenemos también redes sociales, una herramienta de la que se ha servido mucha gente con menos recursos. La bola ha crecido y parece imparable.

–Empezó en el género cuando no se llevaba y ahora que se lleva usted prefiere explorar nuevos estilos. Nada a contracorriente y además se aleja de la pose de macarra fanfarrón.

–No lo hago con la intención de ir contracorriente porque sí. Lo que me interesa es proponer cosas diferentes. Hace algo porque se lleve no me parece interesante. Diferencio entre diseño y arte. Siempre que veo a alguien hacer música, me pregunto por qué lo hace. Muchas personas lo hacen por ganar dinero y tener fama, que es legítimo, pero me parece que se acerca más al diseño. El arte no tiene por qué tener éxito. Ahora se da una tendencia en la que las letras están muriendo y parece que el mensaje superfluo funciona bastante bien. En esto que dices de ir contracorriente, ahora voy a sacar un disco de rap en el que el contenido será lo más importante. No tendrá ni videoclips.

–¿Por qué cree que tienen más auge las letras vacías como dice?

–Porque el consumo es cortoplacista. La gente no profundiza. Es consecuencia de la sobreinformación que tenemos y lo que es difícil es que alguien se pare a prestar atención o a leer textos largos. El éxito de una canción depende de los 15 segundos que tengas en Tik Tok y de que se haga viral. En mi nuevo proyecto busco hacer más contenidos con más letras. Lo interesante es conseguir que alguien se siente a escuchar.

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